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La Pareja Maldita

La Pareja Maldita

Terminado

Introducción
Raven, la chica quien la dejó y se llevó a una de las gemelas del Alfa. A partir de entonces toda su vida está en un infierno total, hasta que el rey Alfa la eligió como reina. El rey Alfa, maldito, tenía que elegir a su pareja dentro de tres años después de la coronación. Eligió a Raven, una chica que no tiene nada en fechas límites. ¿Qué pasarán entre ellos? ¿Encontrará Raven su felicidad? ¿Qué destino les darán la Diosa de la Luna?
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Capítulo

Habían pasado tres días, y la manada Greyhemm todavía celebraba por todo lo alto el nacimiento de las dos hermosas hijas de su Alfa, quien no podía estar más dichoso por el acontecimiento.

Al caer la noche, el ambiente estaba lleno de música, y en aquel momento había festín y baile. El sonido de las risas resonaba en el aire, presagiando la llegada de días maravillosos.

Las bebidas fluían, y los presentes tomaban la cerveza como si no hubiera un mañana, con la música a todo volumen. Era la primera noche que su Luna se unía a la celebración, después de un parto difícil. Se la podía ver, sentada en su silla alta junto a su pareja, entrelazando sus manos con las de él. Sus mejillas aún lucían un poco pálidas, pero la sonrisa en su rostro era completamente genuina. Al mismo tiempo que contemplaba los festejos, estaba consciente del odio que muchos le profesaban, después de que el Alfa de los Greyhemm rechazara a su verdadera pareja para aparearse con ella.

La mayoría les había deseado lo peor, pero allí estaban ellos ahora, enamorados, felices y bendecidos con dos bellas hijas. La Luna levantó la cabeza, burlándose para sus adentros, sabiendo que muchos de los que la rodeaban ahora se morían de la envidia. ¿Qué podría importarle su rabia, cuando ella había obtenido todo lo que quería? Atrapó a un alfa y le dio no una, sino dos hijas, que cuando se casaran más adelante, traerían más riqueza y estatus a la manada.

Inclinó la cabeza, mientras repasaba mentalmente la lista de todas las familias con las que podrían emparentar en el futuro, cuando sus hijas estuvieran en edad de contraer matrimonio. Ella se aseguraría de que les trajeran más fortuna. Desde luego, en primer lugar estaban los miembros de la realeza, pero ni siquiera ella osaba poner la mira tan alta. Después de todo, nadie había visto a los tres príncipes desde su nacimiento, por lo que no se sabía si aún estaban vivos, pero nada costaba soñar.

El siguiente en aquella lista era el hijo del Alfa Herbwolf, que gobernaba sobre una de las manadas más ricas de la región. Al pensar en eso, una sonrisa se extendió por su rostro, aunque tenía muchos años más para planificar buenos matrimonios para sus hijas, y se regocijó al pensar que seguramente ambas estarían casadas al cumplir los dieciocho años. Todavía tenía tiempo de sobra para darle un varón a su compañero, que continuara con el linaje familiar. Las gemelas habían sido un buen comienzo, pero estaba segura de que habría más descendencia.

La dicha hizo que la Luna de la manada Greyhemm resplandeciera, pensando en la buena vida que le esperaba.

Sin embargo, la súbita llegada de una nodriza la hizo apartar los ojos de donde estaba mirando. Se asombró al ver que la mujer corría hacia ella con el cabello suelto y el sudor cubriéndole la frente. La Luna suspiró mientras ponía los ojos en blanco, porque la urgencia con la que se acercaba solo podía significar que traía problemas, y ella no quería saber nada de eso. Se preguntó cuándo la dejarían en paz, después del ajetreo de dar a luz a las gemelas.

Los demás asistentes se volvieron a ver a la nodriza, y cuando atravesó la pista de baile, todos pudieron ver que su piel estaba enrojecida, y que las lágrimas le corrían por el rostro. Enseguida comenzaron a preguntarse qué pudo haber pasado.

Tanto el Alfa como su Luna contuvieron el aliento, irguiéndose sobre sus asientos mientras la angustiada mujer se acercaba. Entonces, el Alfa se levantó para escuchar lo que ella tenía que decir. La nodriza se arrojó a sus pies, suplicando su merced y llorando a todo pulmón con la cabeza gacha. 

La manada se quedó en silencio, cuando la mujer levantó la cabeza con las manos juntas, mirando al Alfa y dio una noticia que los dejó a todos sobrecogidos.

“¡Thyra...! ¡Thyra ya no está, Alfa! Alguien se la llevó y... dejó a otro bebé en su lugar. Yo no… yo no…” La nodriza no pudo terminar de hablar, porque ni siquiera ella misma entendía lo sucedido. Todo el tiempo estuvo sentada al lado de las recién nacidas, pero entonces, las luces parpadearon unos instantes y cuando se asomó sobre la cuna, vio con sorpresa que el bebé que yacía junto a la gemela mayor no era Thyra. La criatura parecía estar envuelta en lo que supuso que era una piel de animal, que no pudo reconocer a causa de la oscuridad. Los extraños ojos oscuros del bebé la miraron directamente, como si se tratara de un demonio llegado del infierno.

De inmediato, el Alfa corrió lo más rápido que pudo, atravesando entre la multitud, desesperado por llegar hasta sus hijas. Desde el momento en que nacieron, sintió que las amaba con toda su alma, y cuando tuvo sus pequeños cuerpos en sus brazos por primera vez, juró que las protegería incluso más allá de la tumba si alguna vez era necesario.

Al llegar, empujó la puerta de la habitación de los niños con ansiedad, y allí se encontró a las demás niñeras, mirando la cuna con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Sintió que su corazón estaba a punto de detenerse, porque tan pronto como entró comprendió que algo andaba muy mal, y hasta podía oler la oscuridad en el aire con cada paso. Tanta era la oscuridad, que incluso fue capaz de saborearla.

Cerró los ojos un momento al llegar junto a la cuna, pero en cuanto los abrió, se encontró a su primera hija durmiendo y junto a ella, un bebé que no podía reconocer. Aquella criatura parecía extraña y sus profundos ojos rojos lo miraban como si tuvieran el don de ver dentro de su alma. Entonces el bebé sonrió como si se estuviera riendo de él, y en ese momento el corazón del Alfa se cerró. Sus puños se apretaron con fuerza unos instantes, y se aflojaron después mientras aullaba tan fuerte, que el sonido llenó de pavor a los demás miembros de la manada, haciéndolos correr ante el poder de su mando.