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¡VÍCTIMA DE DARIAN!

¡VÍCTIMA DE DARIAN!

Autor:Rey Ramos

En proceso

Introducción
Darian es un casanova, poeta y narciso, amante de las mujeres y el Whisky. Un honesto mentiroso que encanta a toda mujer que entra en su zona de casería.
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Capítulo

Esmoquin cubriendo mi piel blanca, el cabello lacio perfectamente peinado hacia atrás, y una copa de vino sujetada por mi mano derecha.

Mi reflejo se vislumbra un poco a través del cristal frente a mí y observo un poco como voy vestido el día de hoy, pero me doy cuenta de qué, estoy vestido como casi siempre, traje elagante, corbata azul marino, y lo más común de siempre: La bebida.

Dejo de ver por un momento lo bien que me veo en el cristal y contemplo el panorama. Gente elegante, vestidos largos, mucho vino y por supuesto, cuadros en cada pared, obras de arte porque, claro, me encuentro en una exhibición de arte clásica. Pinturas de Picasso por acá, pinturas de Da Vinci por allá, este sitio es la definición más exacta de elegancia.

"Sobre todo porque estoy yo aquí."

Pero yo no me encuentro acá por la exhibición, el deleite de las retinas, y el arte que alimenta el alma, no. Me encuentro en este lugar porque fue el espacio que elegí hoy para lo que yo llamo: Mi zona de casería.

«¿Quién será mi presa el día de hoy?» la pregunta ronda por mi cabeza mientras mi vista busca cuidadosamente a una víctima para esta noche.

Un vestido de color morado, ajustado a unos glúteos firmes, captaron mi curiosa atención.

Aquella chica de piel clara, luce joven, mientras admira una pintura tan magnífica como si figura.

«Hora de cazar» pensé, y luego tomé un trago de mi copa. Caminé despacio hacia donde se encontraba la chica de morado, y al acercarme un poco más pude notar un anillo plateado en su dedo, pero lo ignoré. Paseaba un poco mientras me acercaba a ella y una planificación se formaba rápidamente en mi cabeza. Cuando me acerqué lo suficiente como para hacerme escuchar, ataqué:

—La noche estrellada, —dije con un apice de inspiración en mi voz y un toque dramático—. Siempre ha sido mi favorita.

Ella me miró, curiosa, analizando todo mi aspecto con sus ojos color café y con un leve levantamiento en la comisura derecha de sus pintados labios rojos.

Yo dejé que me contemplara, la dejé ser libre de juzgar toda mi apariencia mientras entornaba una sonrisa cómplice para así darle confianza. Le dí el derecho de conocerme con la mirada, de observar cuidadosamente el cuerpo con el que compartiría la cama esta noche.

Sí, esta misma noche ella se acostará conmigo, no porque crea que es una chica fácil, no creo en esas cosas de chicas fáciles o difíciles, yo sólo creo en mis habilidades seductoras, en esas habilidades que me han ayudado a llevar a tantas mujeres a la cama, y es que, a lo largo de todo este tiempo y esta vida exótica que he llevado, he comprendido que no hay mujer fácil, sólo hay hombres con baja autoestima, incapaces de ser lo suficientemente buenos seduciendo y calentando a una mujer para llevarla a su cama. Yo conozco mis dones, y sobre todo, conozco el cuerpo de las mujeres como si fueran las palmas de mis manos. Sé donde tocar, donde acariciar. Donde se debe apretar y donde se debe lamer. Estoy seguro de qué soy capaz de llevar a la muje qué quiera a mi cama, si me lo propongo.

—No es específicamente mi favorita, —respondió finalmente dejando de mirarme y volviendo a concentrar su mirada en la hermosa pintura de Van Gogh—. Pero es sin duda una de esas obras que por más que la vea, y la vea, mis ojos no se cansan de vilslumbrar y admirar su belleza.

Ok, una chica apasionada por la pintura clásica, ya sé por dónde atacar.

El primer paso es estimular su mente, hacerla creer que poseemos una conexión por nuestros gustos similares. Aparentar que me apasiona lo mismo que a ella.

Es necesario a veces conocerlas un poco antes de llevarlas a la habitación de un hotel. Demostrar un poco de interés por sus aficiones y gustos, es así como logro acercarme mejor a mis víctimas.

—Cuanta razón hay en tus palabras...

—Johanna. —se presentó al notar que necesitaba de su nombre para continuar mi emotiva frase.

—Johanna. —añadí luego de darme cuenta de que mi estrategia para obtener su nombre funcionó—. Las obras de Vincent Van Gogh, a mi parecer, fueron pinturas adelantadas a su época, ¿No te parece? No es casualidad que sus pinturas sean tan amadas por los jóvenes, y creo que tú eres un claro ejemplo.

¿Mi segundo ataque? Su edad.

—¿Dices que soy una jovencita? —preguntó entre risas, divertida.

«¡Bingo!» sonó en mi mente.

Hacerla reír es muy importante para que la confianza se haga paso en la relación.

—No creo que pases los veinticinco. —dije mirándola de reojo, y tomando nuevamente de mi vino.

El tema de la edad de una mujer a veces puede convertirse en un lío para los hombres, pero la solución a este problema es hacerles un cumplido con su edad, por supuesto, decirles que se ven jóvenes. Veinticinco o menos, está bien.

—Veintiséis, —reafirmó con una risita y un dedo acomodando un mechón salvaje de su cabello castaño, y así, es como noté que mi cumplido hizo su efecto.

Las expresiones corporales son muy importantes, son el idioma de lo que no se puede decir con la voz.

—Pues, yo sí tengo veinticinco, —comenté con tranquilidad—. Y me llamó Darian, es un placer.

Extendí mi mano formalmente y ella la tomó con la suya, acariciándola levemente al separarse.

—El placer es mío, Darian.

«Sí, será un placer»

—Entonces, Johanna, —me detuve un par de segundos—. ¿Sabías que la cuñada de Vincent Van Gogh también se llamaba Johanna? Y ella, sin duda alguna, fue una de las principales responsables de que Vincent alcanzara un poco más la fama.

Su rostro dejó ver una expresión de sorpresa por la que supe que había dado en el clavo.

—Vaya, eso sí que no lo sabía, me acabas de sorprender.

—Bueno, que te puedo decir, —bebí y mi vino se acabó—. Soy un gran aficionado del arte y por supuesto, Van Gogh es de mis favoritos.

Sus ojos tenían un leve brillo. Ella estaba fascinada con las palabras que mi boca soltaba. La pintura era algo que aparentemente la apasionaba, y lo que yo estaba haciendo, era desafiar sus conocimientos para así, lucir un poco más interesante para ella.

—Me parece muy interesante —dijo finalmente con una sonrisa que me decía que mi casería iba por buen camino.

—La pintura es interesante.

Arrojé mi mirada asesina para así encantarla un poco. Esa mirada es una de mis armas preferidas para cazar. Es como esa herramienta que me permite sedar a mi presa para así dejarla vulnerable. Ninguna puede resistirse a esa mirada.

Continué dialogando con Johanna sobre pintores y obras clásicas y descubrí más cosas sobre ella como por ejemplo que su pintura favorita es la Guernica. Su color favorito es el morada y su libro favorito es el retrato de Dorian Gray.

Ataqué en los momentos claves, dejándole saber que estos temas eran de mi interés y que despertaban cierta pasión en mí como ninguna otra cosa lo hacía. Con el tic tac del reloj; Johanna fue cediendo, con sus palabras adornadas por risitas, y sus expresiones corporales nerviosa pude ver la guardia baja, y justo allí es cuando todo es posible.

¡!

El choque de la espalda de Johanna contra la pared, las respiraciones agitadas y la puerta cerrandose detrás de nosotros fueron lo primero que se escuchó al entrar a la habitación de algún hotel de Manhattan.

Sus manos sujetaban mi cuello con fuerza y eso me hacía saber que estaba ansiosa. Su respiración era anormal, claramente estaba deseosa. Sabía perfectamente en que estado se encontraba Johanna, y era en uno muy, pero muy caliente.

Mi mano inquieta se dirigió al lugar que me confirmaría lo que mi mente ya estaba asegurando. Salvajemente mi muñeca fue guiada hasta su entrepierna luego de subir un poco su vestido morado. En un movimiento ágil con los dedos, removí a un lado su pantis y mis dedos se sintieron húmedos y calientes al hacer contacto con su vagina.

Un quejido placentero fue lo segundo que se oyó en la habitación luego de que mi dedo del medio se abrió paso hacia su interior, sintiéndose así más tibio y suave.

Comencé a moverlos mientras atacaba su boca con besos frenéticos y cuando la sentí más húmeda introduje el segundo dedo, causándole así un leve brinco y varios jadeos.

En un brusco, pero justo movimiento le dí la vuelta y si cara quedó pegada a la pared, de espaldas a mí. Volví a subir su vestido y lo tercero que sonó en la habitación fue mi palma derecha contra su nalga, en una excitante nalgada. Una risita pervertida se escapó de ella luego de ello y volví a palmear sus glúteos, esta vez con un poco más de fuerza, y nuevamente, su risa perversa salió a flote. Entendí rápidamente que Johanna es amante del sexo bruto y salvaje, justo como me gusta.

Enredé los dedos de mi mano izquierda en su cabello castaño y la guié hasta la cama como si fuera su dueño, y es que sí, esta noche, la chica amante de las pinturas clásicas me pertenece. Esta noche, Johanna es mía.

Desde el momento en que ella decidió subirse a mi camioneta, entró en mi trampa, se convirtió en una presa cazada, y aunque no sé si su anillo es realmente de casada, por hoy dejó de pertenecerle a su supuesto esposo y pasó a ser mía, en cualquier hotel de Manhattan.

La arrojé a la cama y verla de esa manera resultó ser una escena muy sexy. Se dió la vuelta y me miró, con sus ojos llenos de lujuria, combinando perfectamente con su sonrisa pervertida. Verla de tal manerae bastaba para entender que Johanna se encontraba en un estado en el que era capaz de hacer de todo.

Retiré poco a poco mis prendas hasta quedar en bóxers, haciéndome desear, pero Johanna no retiró ninguna de sus prendas, esperaba con ansias que yo lo hiciera, pero a decir verdad, su cuerpo, los besos, y ese rostro lleno de deseo me han provocado tanto morbo que no puedo contenerme ni un minuto más.

Me abalanzo sobre ella y con una mano sujeto su cuello mientras que con la otra subo su vestido y muevo a un lado su pantis otra vez para luego bajar mi bóxer y acomodar mi miembro en su caliente, suave y húmeda intimidad luego de ponerme rápidamente el condón gracias a tanta práctica.

Froto las afueras de su humedad con mi virilidad, provocandola, hasta que ni siquiera yo aguanto más y lo empujo hacia su interior sin ningún apice de amabilidad en el momento en que ella menos lo espera.

Estando dentro de ella me quedo paralizado por micro segundos en los que siento como el mundo entero me pertenece, no sólo Johanna y su intimidad, sino también el mundo. La vida toma otro significado cuando estoy dentro de una mujer, todo se siente mejor, el mundo afuera no es interesante. Las penas, los traumas y los miedos desaparecen cuando encajo con una mujer.

La perfección y lo inefable no se comparan con el sexo.

Comienzo a moverme, ni tan rápido, ni tan lento, pero con cierto impulso en cada embestida para no bajar el ritmo del placer de Johanna. Salgo lentamente y luego entro con fuertes embestidas que provocan gemidos al unisono del choque de pieles.

Johanna entierra sus uñas en mi espalda, causando un leve ardor, pero me satisface saber que lo disfruta. Muerde sus labios y blanquea sus ojos. Abre su boca y deja salir jadeos. Mi mano en su cuello me ayuda a apoyarme para así mantener el equilibrio a la hora de impulsarme hacia ella.

Pasan varios minutos en los que sus gemidos no paran y abre más sus piernas para mí. Yo por mi parte tampoco me detengo, verla extasiada es mi éxtasis.

Salgo de ella y tomo rápidamente sus piernas para girarla en la cama y ella enseguida se arrodilla, posa sus brazos en la cama, hunde su cara en ellos e inclina de manera sexy su trasero hacia mí, luciendo como toda una diosa, una maldita diosa excitante.

No logro aguantar mis ganas y vuelvo a entrar en ella, pero esta vez sin contenerme. Empujo con brutalidad mis caderas hacia adelante haciendo sonar más fuerte el choque de mi cintura con sus glúteos. Sus gemidos comienzan a parecer gritos, le duele, pero sin duda alguna lo disfruta.

Palmeo sus nalgas con ambas manos, sin detener mis embestidas y dejo marcas rojas en ellas. Las sujeto y aprieto un poco para impulsarme más con ellas y el sonido del choque se vuelve un ruido, sus gemidos cada vez son más desenfrenados y desencadenan orgasmos, incluyendo el mío.

Caigo a su lado, cansado, satisfecho y lo último que se escucha en la habitación: son nuestras desesperadas respiraciones.