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ESPERANZA

ESPERANZA

Autor:La noche de los susuros

En proceso

Introducción
Esperanza es una novela, donde su protagonista es una muchacha que nos muestra los sacrificios y pruebas que la vida le pone desde el momento de su nacimiento, a través de una enfermedad incurable. Sin embargo ella las irá sorteando paso a paso, apoyada por sus padres y seres queridos, centrándose en su fortaleza e infinita perseverancia, a pesar de estar rodeada de amor y comprensión, su vida no está exenta de dificultades y de la incertidumbre que sufre día a día.
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Capítulo

-Si es eso es eso en realidad lo que quieres, eso será lo que haré, tienes razón esto ya no tiene ningún sentido y ya no hay nada más que hacer- dicho esto salió con la cabeza baja y sin mirar atrás, dejando a mi madre sola y triste en medio de aquella sala fría y blanca como un témpano de hielo, rompiendo a llorar sin consuelo, sintiéndose sola como un barco a la deriva en medio de la más grande de las tempestades por el hecho de no tener el apoyo y el consuelo del amor de su vida y quedarse sin él, y al mismo tiempo a punto de perder aquello por lo que tanto había luchado y aunque no podía verlo ya amaba con todo su corazón, nada menos que a mi, su hija. Aquella noche mi madre regresó sola conduciendo su auto hasta casa, cuando llegó no había nadie en el lugar por lo que al entrar de inmediato encendió la luz y pudo percatarse que sobre la mesa del teléfono se encontraba una tarjeta con una nota, la tomó y reconoció de inmediato la letra tan familiar de mi padre, recorrió con sus ojos aquellas palabras que decían:

Mi bien amada Isadora te dejo estas líneas ya que no me atrevo a mirarte a la cara para despedirme de ti, me doy cuenta de que tu instinto maternal es más grande que nuestro amor y te ciega ante mi posición; me gustaría que supieras que yo ya amo a nuestro hijo y no es que lo rechace pero la sola idea de verlo morir o de perderte a ti, de tan solo pensarlo me dan escalofríos, me voy amándote y quiero que sepas que pase lo que pase siempre estaré a tu lado para todo lo que necesites y cuando lo desees, me despido con el corazón en la mano. Tuyo para siempre Adolfo” Aquellas palabras impresas en el papel fueron como un puñal que se clavaba en lo más profundo de su alma, tomó aquella tarjeta e invadida por una mezcla de sentimientos la rompió en mil pedazos y la arrojó al tacho de la basura.

Transcurrieron las semanas y algunos meses después de aquel lamentable episodio, y mi madre siguió adelante sola con su embarazo , llena de tristeza y melancolía por el hecho de haber alejado a mi padre de su vida, pero por otra parte se encontraba muy feliz e ilusionada porque yo seguía creciendo en su vientre; si bien los médicos no le daban muchas esperanzas

sobre mis probabilidades de vida, ella seguía aferrándose a la idea de que yo sobreviviría y además de eso que podría llevar una vida completamente normal. Poco a poco transcurrió el tiempo hasta que finalmente llegó aquel día tan esperado, aquel día que los médicos y Dios programaron para que yo viniera e hiciera mi entrada triunfal en este mundo; producto de una cesárea programada, mi madre sin más compañía que la de mis abuelos paternos se internó en el hospital aquella hermosa y soleada mañana de un 15 de Noviembre, en su expresión se reflejaba el nerviosismo y a la vez la ilusión por ya tener a su bebé entre sus brazos, sin embargo en las personas que la acompañaban más que ilusión y alegría, existía un profundo pesar y sobre todo mucha preocupación por el hecho de mi inminente riesgo de muerte o de secuelas graves en mi salud.

Mientras estaban en la habitación del hospital a la espera de que prepararan a mi madre para llevarla al quirófano, mi abuela se acercó a ella y con una voz llena de amor y de incondicional comprensión le preguntó.

--Querida hija tú sabes que para tu padre y para mí tú y tus hermanas son lo más importante, por eso no puedo dejar de preguntarte ¿Has vuelto a ver a Adolfo?- a lo que mi madre muy serena pero con una tristeza que se evidenciaba en sus ojos contestó.

-No madre, ni una sola llamada he recibido de él desde aquel día en que se fue, tan solo esa nota que cobardemente me escribió. Yo nunca le he importado y mucho menos nuestro hijo-

-Isadora querida te lo pregunto porque ese pobre hombre lleva varias semanas yendo a nuestra casa a preguntarme por ti, dice que no se atreve a ir a buscarte por el miedo que tiene de que te alteres o te angusties y eso te afecte o perjudique al niño, la verdad es que se ve muy mal, está destrozado, él te ama por favor dale una oportunidad- en los ojos de mi madre se encendió un brillo especial, una especie de esperanza por la que ella había clamado durante mucho tiempo, mas hizo un gran esfuerzo por ocultar su emoción ante las palabras de mi abuela-

-Eso es una patraña, yo no le creo nada si nos quisiera tanto por lo menos se habría preocupado de llamar para saber siquiera cuando es el parto; además no voy a transar a mi hijo por estar con él-

-Hija querida nadie te está pidiendo que elijas entre Adolfo y el bebé eso sería una locura, tan solo te pido que lo pienses mejor y te des una nueva oportunidad con tu marido-

-No madre ya no hay nada que hacer, no echaré pie atrás, apenas mi hijo nazca y se encuentre fuera de peligro me pondré en contacto con nuestro abogado para que inicie los trámites de divorcio- mi abuela se sorprendió mucho al escuchar las palabras de mi madre, y en un intento desesperado por hacerla cambiar de parecer le rebatió.

-Hija ¿Pero te has vuelto loca? tú no puedes divorciarte de tu marido, él es muy buen hombre, que te adora y además tiene una muy buena posición económica; no quiero ni pensar que sería de ti estando separada, con un hijo recién nacido y aparte enfermo, y por si fuera poco desempleada ¡dime como pretendes salir adelante en esas condiciones!- mi madre le clavó a mi abuela una mirada fulminante en el rostro y con una dura interrogante le replicó.

-¿Qué Crees, que por el hecho de ser mujer no voy a ser capaz de salir adelante? Pues bien, te informo que no soy una de esas mujeres que depende de un hombre para mantenerse, y ahora que alguien más dependerá de mí tendré más fuerzas y valor para luchar por mi hijo y para que nada le falte- mi abuela agachó la cabeza y no supo más que decir. En ese instante tocaron la puerta de la habitación y tras ella apareció una enfermera que traía en su mano derecha un hermoso ramo de rosas rojas, se acercó a mi madre y le preguntó.

-Disculpe ¿Es usted la señora Isadora Robles De