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Cállate y bésame (Trilogía TQST)

Cállate y bésame (Trilogía TQST)

Autor:Zádara Pérez Troya

Terminado

Introducción
Dafne y Damián llevan toda su vida inmersos en una guerra de bromas. Los gritos e insultos se han convertido en algo habitual entre ellos, pero, ¿qué pasa cuando uno de los dos decide llegar más allá y traspasar la línea que todo enemigo no debe atravesar? Dicen que del odio al amor hay solo un paso, pero, ¿realmente es cierto?
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Capítulo

Una relación complicada

CINCO AÑOS DE EDAD…

—¡¿Qué le hiciste a Rambo*?! —exclamó con furia un niño de pelo negro y ojos azul oscuro señalando a un pequeño hámster, el cual estaba teñido por completo de color fucsia y tenía una cresta, además de tener pegado al cuerpo una miniguitarra eléctrica.

Rambo*: Personaje de ficción y protagonista de la saga de películas de acción «Rambo».

—Ahora se llama Pinky y es una estrella del rock —respondió una niña de pelo castaño oscuro y largo con una sonrisa de felicidad, al ver como el hámster se sentaba y parecía que tocaba la guitarra.

—No es Pinky, es Rambo, y es un asesino cruel y sanguinario al que no le gustan las niñas tontas —rebatió el niño sacando al hámster de su jaula y enseñándoselo a la niña.

—Oye, oye… ¡¿a quién estás llamando niña tonta?!

—¡A ti! ¡Eres una niña tonta e inútil! ¡Y no vuelvas a acercarte a Rambo!

Dafne infló las mejillas con enfado antes de abalanzarse sobre Damián y tirarlo al suelo, para luego comenzar a pegarle en el pecho.

—¡¿Quién es el tonto y el inútil ahora?!

—¡Ah! ¡Suéltame, niña loca! —exclamó Damián soltando al hámster e intentando detener a Dafne, que lo golpeaba sin parar.

—Pídeme perdón y te dejaré en paz —ordenó Dafne.

—¡Nunca! —gritó Damián dándole un empujón a Dafne y haciéndola caer hacia un lado; el pelinegro se levantó rápidamente y cogió una espada de juguete que su padre le había comprado esa misma mañana, caminó hacia Dafne y la señaló con la espada—. Ríndete y di que yo soy mejor y más fuerte.

—Oye, oye… mi papá siempre dice que está mal decir mentiras —contestó Dafne cruzándose de brazos; Damián frunció el ceño y le pegó con la espada en la cabeza—. ¡Me has pegado!

—Te dije que te rindieras, la culpa es tuya. Y ahora, arrodíllate ante mí y suplica por tu vida —ordenó Damián señalando el suelo, a lo que Dafne se cruzó de brazos y negó con la cabeza—. ¡He dicho que te arrodilles, niña tonta!

—¡Y yo he dicho que no voy a hacerlo! —exclamó Dafne tomando uno de los muñecos de acción que había en el suelo y lanzándoselo a la cabeza.

—¡Ay, eso duele! ¡Dafne, te vas a enterar! —proclamó Damián a gritos levantando la espada por encima de su cabeza; sin embargo, unos chirridos llamaron la atención de los dos niños, que comenzaron a buscar como locos el origen del extraño sonido—. ¿Qué es eso?

—Mira, es Pinky —indicó Dafne.

—¡Te he dicho que se llama Rambo! —recordó Damián.

Ambos se arrastraron bajo la cama, donde estaba el pequeño hámster fucsia acostado y haciendo extraños movimientos y ruidos, hasta que, de repente, se quedó en silencio y muy tieso. Damián, extrañado, lo golpeó con el dedo, pero su mascota no se movió ni lo mordió como era habitual, por lo que volvió a darle un par de golpes, pero el hámster seguía sin moverse.

—Oye, oye… ¿por qué no se mueve? —preguntó Dafne apretándole la barriga al hámster y esperando que hiciese algún movimiento, pero al no hacerlo miró a Damián esperando que él supiese qué le pasaba—. Pinky, despierta.

—¡Que se llama Rambo! —recordó Damián una vez más a gritos tomando al hámster entre sus manos y acariciándolo, pero al ver que no se movía miró a Dafne con odio—. ¡Se murió por tu culpa!

—¡No está muerto, está dormido!

—¡Está muerto como el gato de la señora Navarro, al que le diste de comer chocolates! ¡Eres una asesina!

—¡Yo no soy una asesina, retíralo! ¡Y ese gato fue muy feliz cuando yo le di chocolate, no es mi culpa que se muriera!

—¡Eres una asesina, mataste a Rambo!

—¡Que yo no lo maté!

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡No quiero ser amigo de una asesina de mascotas!

—¡Que yo no lo maté, y tampoco quiero ser tu amiga! ¡Le voy a decir a mi papá que no me traiga más aquí!

—¡Bien!

—¡Bien!

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ONcE AÑOS DE EDAD…

—¡Devuélveme mi collar! —gritó Dafne con furia mirando hacia Damián, que tenía entre sus dedos un precioso collar con forma de corazón, pero cuyos bordes eran formados por unas alas de color bronce.

—¡¿Y quién dice que es tuyo?! Estaba por ahí tirado, así que ahora es mío —contestó Damián poniéndoselo, mientras Dafne lo miraba con odio y buscando cualquier objeto en su habitación que le sirviera como arma.

—¡Damián, he dicho que me lo devuelvas! —gritó la morena con furia tomando la posición inicial de lucha al no encontrar nada útil como arma; su profesor de taekwondo le había dicho que no debía atacar a gente inocente, pero ese niño se lo estaba buscando—. Oye, oye… como no me lo des, te vas a enterar.

—¿Y qué vas a hacerme? —preguntó Damián con burla, Dafne entrecerró los ojos antes de atacarlo con ira, sin embargo, él también estaba asistiendo a clases de defensa personal, por lo que paró cada uno de sus golpes con eficiencia—. No vas a ganarme, yo soy mejor.

—Eso ya lo veremos —dijo Dafne levantando la pierna e intentando pegarle una patada; pero, desafortunadamente, Damián paró el ataque con la mano, y luego con el pie golpeó su otra pierna y la hizo caer.

Dafne lo miró con enfado y Damián se cruzó de brazos mostrándose superior, algo que irritó terriblemente a la morena, que se puso en pie de un salto y comenzó a atacarlo de nuevo.

—Ríndete «Oye, oye» —habló Damián echándose hacia atrás para esquivar una nueva patada de Dafne—. De ahora en adelante te llamaré «Oye, oye», porque eres una pesada y no haces sino repetir eso una y otra vez cuando hablas.

—Oye, oye… eso no es cierto —discutió Dafne parando un puñetazo que iba directo a su estómago, Damián entrecerró los ojos y la miró.

—¡Lo has vuelto a decir! —exclamó el pelinegro subiéndose a la cama para luego lanzarse sobre Dafne, pero ella fue mucho más rápida y se apartó, haciendo que él se diese de bruces contra el suelo—. ¡Ay!

¡Voy a matarte!

—¿Oye, oye… tú y cuántos más? —preguntó Dafne en tono burlón para luego comenzar a reírse de él, mientras Damián tomaba la silla del escritorio para comenzar a correr detrás de Dafne con ella.

—¡Quédate quieta para que pueda matarte! —gritó Damián mientras la perseguía a toda velocidad, pero, por desgracia, se tropezó y se cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la silla.

—¡Jaaa! ¡Damián es un inútil, Damián es un inútil! —comenzó a cantar Dafne bailando a su alrededor, mientras él se acariciaba la frente con dolor.

—¡Cállate «Oye, oye»! —bramó furioso lanzándole una mirada asesina. Dafne se detuvo y le enseñó la lengua para luego seguir cantando. Al ver que Dafne no se callaba, se abalanzó sobre ella y ambos comenzaron a rodar por el suelo mientras se pegaban mutuamente.

—¿A qué viene tanto escándalo? ¡¿Damián, qué estás haciendo?!

—exclamó su padre; era un hombre alto y muy ancho de espalda, de cabello negro pero rapado al estilo militar, con ojos oscuros y una curiosa cicatriz en la mejilla izquierda. El hombre se acercó a los dos niños y los separó—. ¿Por qué estabais peleando?

—Él me dijo que era una niña inútil; y también comenzó a perseguirme con una silla diciendo que iba a matarmeee. —Dafne hizo un puchero y se abrazó a la pierna del hombre sollozando, mientras Damián miraba atónito la situación.

—Damián, ¿es eso cierto? —preguntó su padre con voz severa, él no supo qué contestar y vio cómo Dafne sonreía de forma malvada, para luego abrazarse a la pierna de su padre de nuevo. ¡Le estaba tendiendo una trampa!—. Estás castigado, jovencito.

—¡Pero papá! ¡Empezó ella!

—No digas mentiras, Dafne es una niña muy buena —aseguró su padre acariciando la cabeza de la morena, mientras Damián abría la boca con indignación.

¡¿Que ella era buena?! ¡Ella era la niña más mala que había conocido en su vida, ella era un demonio!

—¡Ella no es buena! ¡Ella es mala, es muy mala… si ella fue la que empezó a pegarme! —gritó Damián intentando hacer entrar en razón a su padre, pero él negó con la cabeza, luego se agachó y consoló a Dafne, que aún seguía fingiendo que lloraba.

—Ya basta de mentiras, Damián —aseguró su padre poniéndose en pie, cogiéndolo del brazo con fuerza y llevándolo al salón, donde estaban los padres de Dafne y su hermana mayor leyendo un libro.

Su padre tomó una de las sillas del salón y la colocó mirando hacia la pared.

—Siéntate ahí y piensa en lo que hiciste.

—¡Pero yo no hice nada!

—¡Silencio! —exclamó su padre con fuerza.

Damián se cruzó de brazos y de reojo vio como Dafne se reía con maldad y luego se sentaba en el sofá al lado de su hermana mayor. Cómo odiaba a esa niña. Pero que no creyese que las cosas se iban a quedar así, esto era la guerra.

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QUINCE AÑOS DE EDAD…

Damián sonrió al ver la colmena que tanto había buscado; con agilidad trepó por el árbol, hasta quedar sobre la rama en la que se encontraba la colmena. Tomó el tridente que llevaba en su espalda y la pinchó, con cuidado se deslizó árbol abajo y luego sonrió con malicia, ya estaba empezando a imaginarse la cara de miedo de Dafne. Divisó la tienda de campaña de Dafne y Nora sin problemas, miró a los lados para asegurarse de que sus padres estaban lejos y entró en la tienda.

—«Oye, oye» suplica por tu vida si no quieres que suelte esta colmena llena de abejas —indicó Damián señalando la colmena con los dedos, y como era de esperar Dafne abrió los ojos de forma desorbitada antes de esconderse detrás de su hermana Nora.

—¡No voy a suplicar por mi vida y saca eso de aquí, que soy alérgica a su picadura! —exclamó Dafne con enfado tomando su arco y el carcaj del suelo.

—Lo sé —dijo Damián balanceando la colmena delante de ambas chicas.

—¡Como no saques eso ahora mismo de aquí juro que te clavo una flecha, Damián! —gritó Dafne sacando una flecha del carcaj y colocándola en el arco.

—¡Que soy Damien! ¡Damien! —chilló él con furia.

Hacía ya un par de años había decidido cambiar su nombre por uno que sonase mejor, pero esa mujer inútil se empeñaba en seguir llamándolo por su viejo y feo nombre.

—Esto… ¿por qué no podéis tomaros las cosas con calma por una vez? —intervino Nora, la hermana mayor de Dafne.

Damián la miró y entrecerró los ojos. Nora era dos años mayor que ellos y era de igual estatura que Dafne; también poseía los mismos ojos color miel, al igual que su pelo, que también era castaño oscuro, pero el cabello de Nora era mucho más corto. Si Dafne lo tenía por media espalda, a Nora apenas le tocaban los hombros. Además, Nora era mucho más tranquila y relajada y siempre, pero siempre, estaba leyendo libros policíacos.

—¡No! —gritaron ambos a la vez.

—¡Suelta esa colmena! —chilló Dafne tensando la cuerda del arco.

—¡Ríndete y suplica por tu vida! ¡Luego negociaremos los términos de tu rendición y entonces soltaré la colmena! —expuso Damián también a gritos.

—Damián, eres hombre muerto.

—¡Soy Damien! ¡Damien para ti, mujer inútil! —exclamó Damián moviendo el tridente de un lado a otro de tal manera que varias abejas saliesen y volasen por la tienda de campaña, haciendo que Dafne se pusiese histérica y disparara. Damián sintió un dolor horrible en el pecho y miró hacia el hombro derecho, ¡tenía una flecha clavada! ¡Dafne le había disparado!—. ¡Me has disparado una flecha, maldita loca!

Damián lanzó el tridente con la colmena clavada hacia Dafne y Nora, las dos gritaron antes de comenzar a correr fuera de la tienda de campaña junto con él.

—¡Me disparaste! ¡¿Es que estás loca?! —reclamó Damián mientras saltaba por encima de un árbol al igual que Dafne.

—¡Tú te plantaste en mi tienda de campaña con una colmena llena de abejas, cuando sabes que soy alérgica a su picadura! ¡Te lo tienes merecido! —exclamó Dafne tropezando y cayendo al suelo, pero fue rápidamente ayudada por Nora—. ¡Te juro que esta me la pagas!

—¡¿Que esta te la pago?! ¡Tengo una puta flecha clavada en el hombro! —recordó Damián señalando la flecha que sobresalía de su cuerpo.

—¡Al lago, rápido! —indicó Nora tirándose al lago al igual que ellos dos.

Estuvieron metidos en la fría agua del lago hasta que las abejas se cansaron de buscarlos.

—Nora, no me encuentro bien —comunicó Dafne, la morena nadó como pudo hasta su hermana y le enseñó sus brazos, que empezaban a hincharse, y además sentía su cara arder. Miró a Damián, que nadaba hacia ellas también con cara de enojo—. Oye, oye… como me muera te juro que mi fantasma te perseguirá para siempre.

—Cállate, que yo tengo una flecha clavada en el hombro. ¡Casi me matas, maldita psicópata! —se quejó a gritos el ahora pelirrojo nadando a paso muy lento hacia la orilla.

Una vez fuera, Damián se tumbó sobre las piedras; estaba cansado y le dolía un montón el hombro, pero le daba miedo quitarse la flecha y que comenzase a brotar sangre como si fuera un aspersor. Vio cómo Nora ayudaba a una hinchada Dafne a salir del agua y luego la tumbaba a su lado con cuidado; miró con curiosidad a ambas chicas, las dos estaban completamente empapadas y parecían exhaustas. Nora se acercó a él y le examinó la herida para luego tocarle la frente.

—Trata de descansar, voy a buscar a nuestros padres; y no te quites la flecha, es la que está parando la hemorragia —dijo Nora con voz preocupada, luego examinó de nuevo a Dafne y frunció el ceño—. Vigila a Dafne, voy a por nuestros padres. Hay que llevaros al hospital cuanto antes.

Damián asintió y Nora salió corriendo. Como pudo, Damián, se sentó y observó a Dafne; estaba completamente mojada y la ropa se le pegaba al cuerpo, además, se estaba hinchando por momentos y al parecer le estaba comenzando a costar respirar, porque hacía un ruidito extraño. Por favor, que no tuviese que hacerle el boca-boca, nada más de pensarlo le daban ganas de vomitar.

—Oye, oye… deja de mirarme —indicó Dafne, Damián apartó la mirada de ella rápidamente y frunció el ceño.

—¡No estoy mirándote! ¡Solo estoy asegurándome de que no te mueras, no quiero que mi padre me castigue de por vida! —gritó Damián haciendo aspavientos con las manos—. Te voy a tomar una foto y la publicaré en todos los medios de comunicación.

—¡Como hagas eso puedes darte por muerto! —chilló Dafne con ira intentando ponerse en pie, pero estaba demasiado agotada; así que permaneció tumbada, pero tratando de amenazar a Damián con la mirada.

—¿Te pasa algo en la cara? —preguntó él enarcando una ceja.

—¡Estoy asesinándote con la mirada, así que muere!

—Estás loca.

—Y tú eres un gritón hiperactivo.

—A ver si hay suerte y te quedas en coma una temporada.

—¡Damián!

—¡Que soy Damien! ¡Damien! ¡No es tan difícil!

—¿Qué pone en tu DNI?

—Cállate.

—¡Damián, Dafne! ¿Estáis bien? —Damián se volteó y vio a su padre y al padre de Dafne corriendo a toda velocidad hacia ellos con cara de preocupación; tras ellos llegó Nora, que ayudó a Dafne a incorporarse—. ¿Pero en qué estabais pensando?

—Papá, creo que me muero, y todo por culpa de Damián, que llevó una colmena a nuestra tienda. —Escuchó decir a Dafne, por lo que enseguida señaló la flecha que tenía clavada en el pecho.

—¡¿Que tú te vas a morir?! ¡Me disparaste una flecha, maldita loca!

¡Podrías haberme matado! —recordó Damián incorporándose gracias a la ayuda de su padre.

—Silencio los dos, vamos al hospital y luego ya hablaremos —ordenó su padre utilizando el tono que usaba cada vez que iba a castigarlo; Damián asintió de mala gana y caminó en dirección al coche siguiendo al padre de Dafne, que cargaba con la morena.

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ACTUALIDAD, 19 AÑOS DE EDAD…

—Oye, oye… ¡¿pero tú qué te has creído?! Llevo diez minutos esperando por mi comida, para que vengas tú y me la robes —indicó Dafne tomando su cuchillo y clavándolo en la bandeja que Damián interpuso en su camino.

—Te robé una patata, cómo te encanta exagerar las cosas «Oye, oye»

—dijo Damián tomando otra patata del plato de la chica, algo que hizo enfurecer a la morena aún más.

—¡No me llames «Oye, oye», ahora estamos en la universidad, Damián! —dijo la chica arrancando el cuchillo de la bandeja y clavándolo en la mesa con fuerza.

—¡Damien! ¡Soy Damien para ti, mujer inepta! —proclamó Damián a gritos señalándola, ella se limitó a hacerle burlas y el pelirrojo entrecerró los ojos enfurecido—. De todas las carreras tenías que coger Derecho.

—¡Mi madre es abogada, idiota! Es lógico que terminara en Derecho. ¡¿Y tú, qué narices haces estudiando criminología?! ¡Te podías haber metido en el ejército para no tener que ver tu horrible rostro casi todos los días! —declaró Dafne cruzándose de brazos.

Dafne había decidido estudiar Derecho, al igual que su madre. Días después, descubrió que Damián se había matriculado a Criminología y que esa carrera se estudiaba en su misma facultad, lo que, añadido a su mala suerte, significaba cruzarse con el pelirrojo hiperactivo diariamente.

—¡Estudio lo que me da la gana! ¡Y ya deja de gritar por todo, estoy harto de tus gritos! —bramó Damián golpeando la cabeza de Dafne

con la bandeja, ella se levantó enfurecida y trató de sacarle los ojos con el tenedor, pero Damián se subió de un salto sobre la mesa de al lado y la fue esquivando sin problemas—. Oye, oye… oye, oye… oye, oye…

—¡Cállate y estate quieto para que pueda ensartarte! —gritó Dafne subiéndose sobre la mesa de un salto para luego intentar pegarle una patada a Damián; el pelirrojo paró su patada y trató de golpearla con la bandeja, pero ella hizo un mortal hacia atrás y cayó al suelo con elegancia provocando un fuerte aplauso—. Gracias, mi querido público.

—¡No seas presumida «Oye, oye»!

—¡Cállate, Damián!

—¡Damien! ¡¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?! ¡Voy a grabarte el nombre de tu todopoderoso dios por la fuerza! ¡Tú te lo has buscado, mujer! —Damián se bajó de la mesa dando un salto, momento que aprovechó Dafne para tirarle su plato de comida por encima; pero no contenta con eso, también tomó una lata de refresco y le vació el contenido sobre la cabeza—. Vas. A. Morir.

—¿Y quién va a matarme, tú? —preguntó Dafne para luego comenzar a reírse de forma macabra, Damián apretó los puños con frustración y la miró furioso.

¡Esa mujer! ¡Acababa de dejarlo en ridículo delante de toda la facultad! Pero que no se creyera que eso iba a quedar así, su cuerpo reclamaba venganza, pero no una venganza cualquiera, quería hacerle algo que la marcase y la enfureciese tanto que explotase de la rabia. Sacudió la cabeza y unas cuantas patatas cayeron sobre sus hombros, estaba mojado, sucio y terriblemente enfadado. Quería que esa mujer sufriese y le suplicase por su vida, pero primero quería joderle la existencia y sabía una muy buena manera de hacerlo. Tomó la mochila de uno de sus compañeros de clase para usarla como arma; tal y como esperaba, Dafne se echó hacia atrás para esquivarlo, así que rápidamente la cogió el brazo, tiró hacia él y la besó.