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Ojos de gato Tentador

Ojos de gato Tentador

Autor:Mhavel N.

Terminado

Introducción
Marien es investigadora de toxinas, a cargo de estudiar una que podría acabar con los evolucionados conocidos bajo el código: «H.E». La versión mejorada de nosotros: fuertes, aterradores e inteligentes. Un extraño y apuesto joven, de intensos ojos verdes, es capturado y acusado de ser uno de esos peligrosos seres. Sin embargo, él dice no recordar su pasado y está dispuesto a proteger con su vida a aquella doctora que recién conoce y que lo tiene cautivo en un laboratorio; demostrándole ser de confianza, aparte de encantador. No es humano, ¿o sí? ¿Se le podría amar?
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Capítulo

  Ahora estaba huyendo. Lograron penetrar una zona de la ciudad y se libraba una pelea.

  —¡Por aquí, Marien!

  Mi compañero —amigo mío y también médico— Marcos Castillo, me guio por un callejón para perder a nuestros perseguidores, unos H.E, probablemente desesperados por comer, aunque estaban siendo algo lentos.

  El grupo de seres pasó de largo, excepto el que iba más atrás. Entró por el callejón, siguiéndonos. Estaba cansada de correr y ya me dolía respirar. Estaba a punto de rendirme, después de todo ya no tenía a nadie. Ellos habían acabado con mi familia, quizá ya no había nada más por lo que luchar.

  Mi compañero me tiró de la mano obligándome a correr más rápido. En ese mismo momento, el H.E tiró de mis cabellos sin lograr atraparme, llevándose consigo unos cuantos y arrancándome un grito de dolor y desesperación.

  —¡No dejaré que te rindas! —gritó mi amigo. Se le escuchaba tan agotado como yo, y no era de extrañar. Durante los estudios de la carrera habíamos hecho la apuesta de cuidar nuestra salud, y él no podía descuidarse en la comida porque enseguida aumentaba unos cuantos kilos. Si salíamos de esta, sin duda se pondría a dieta.

  Marcos estaba en mi casa en el momento del ataque. Era de madrugada y estábamos por ir al laboratorio a continuar con nuestra investigación, que trataba sobre una sustancia natural altamente tóxica y que podría funcionar como arma biológica para acabar con los «humanos evolucionados». Fue cuando nos percatamos de las alarmas y del grupo de seres que corrían atacando a las personas. Los de seguridad ciudadana iban tras ellos, disparándoles sin parar. Todo era un caos.

  Mi amigo tiró una vez más para acelerar el paso, pero otro ser apareció de sorpresa por un costado, embistiéndolo. Le mordió el brazo en el acto, haciéndolo soltar gritos y palabras ofensivas. Grité desesperada. El H.E que venía detrás de nosotros se lanzó contra el otro, separándolo de Marcos, y se pusieron a luchar por su presa.

  Aprovechamos ese momento para volver a huir. Él estaba herido. Esos salvajes tenían una mandíbula poderosa, podían arrancar músculo y piel si así lo querían, aunque la herida de mi amigo no parecía ser demasiado profunda ni grave.

  —Separémonos, yo los distraeré.

  —¡Qué! ¡Estás loco!

  —No seas tonta, mi sangre los atraerá, debe… —nos detuvimos de golpe al darnos cuenta de que el callejón terminaba ahí. Estábamos acorralados. Volteamos y los dos seres estaban parados detrás, a unos metros; podía verles ansiosos por lanzarse sobre nosotros.

  —Vaya, salió mejor de lo que pensé —dijo uno. Lucía sus colmillos con una sonrisa.

  —Yo los vi primero, así que no te metas —el otro ser se preparó para saltar hacia nosotros. Podía ver la fuerza de sus músculos tensándose bajo su ropa. Un rugido bajo empezó a sonar desde su pecho y salía de entre sus dientes.

  Sí, también gruñían y rugían. «¿Algo más, madre naturaleza?»

  Era el fin. Agarré del brazo a Marcos, lista para recibir —por lo menos— una muerte rápida. El H.E corrió hacia nosotros, cerré los ojos aterrada. Marcos me envolvió en sus brazos apretando fuerte. Todo acabaría muy pronto.

  Pero de repente sonaron disparos. Abrí los ojos, ambos estábamos estupefactos. Los de seguridad nos habían alcanzado también y habían acabado con el ser que iba a atacarnos. Mientras, el otro aún intentaba dar pelea hasta que también lograron dispararle y abatirlo. Yo respiraba agitada, retrocedí hasta chocar con la pared detrás de mí y me deslicé hacia el suelo abrazando mis rodillas. En ese momento los de seguridad se encargaron de atendernos.

  ***

  Pasaron un par de días. Ambos nos refugiamos en un edificio del Estado, al menos hasta que detuviesen a todos los seres infiltrados. Uno de los del personal insistía en que volviese al laboratorio en cuanto todo acabase, habían capturado un H.E y querían que lo estudiara porque tenía algo diferente. «Vaya, algo diferente, ¿eh?». En sí mismos ya eran un problema, si mutaban podría incluso empeorar la situación.

  Una vez que se restableció el orden y las personas pudieron volver a su «casi» vida, fui con Marcos al laboratorio. Me encaminé a la sala en donde esperaba aquel H.E del que me hablaban sin parar. Aún me sentía un poco atormentada por el día del ataque, a pesar de haber escapado de esas cosas, que a mi parecer no podían considerarse humanas aunque pudiesen razonar tan bien o mejor que una misma.

  —Espero que lo tengan bien sedado —dije un poco alarmada. Esos humanos evolucionados eran letales, altos y musculosos, pura fibra igual que un animal salvaje. Y por mí, que no se me aparezca ninguno vivo nunca más. Aunque esa opción era utópica, existía la posibilidad de que un día me matara uno de ellos.

  Entré tan distraída recordando lo que pasó que no me percaté. Las personas que lo rodeaban se retiraron para darme pase.

  —Oh...

  Me quedé plantada. Era un simple muchacho, vestía una bata de hospital y estaba atado a la camilla, las correas le sujetaban todo el cuerpo. Parecía de mi edad, quizá un par de años más. Cabello y cejas color castaño oscuro casi negro, que contrastaban con su tez blanca. Apuesto, sin duda, debía admitir. Me miraba con rencor y noté el verde de sus ojos, bastante intenso, pero a mi vista no dejaba de ser humano, era un joven normal.

  —Le hemos hecho muchos exámenes. Todo parece estar en orden, pero sigo sin entender... —el doctor se debatía entre sus dudas—. Podría jurar que era uno de ellos —agregó atormentado.

  —Entonces libéralo, ¿qué esperas? —dije negando con la cabeza, desaprobando toda esta situación, y me acerqué al joven que me miró con algo de sorpresa.

  —Eso no es posible —replicó Marcos—, no hasta que salgan los resultados del examen de ADN.

  —Claramente es un humano —repuse mientras desataba las correas de sus brazos, él aún me miraba—, los H.E no pueden ocultar su forma, sobre todo las pupilas rasgadas. Además, si fuera uno, ya habría roto estas correas y nos habría asesinado en cuestión de minutos, prácticamente eso no lo pueden controlar —no tenía ni garras, ni era un mastodonte musculoso.

  —Pues no sabemos si han evolucionado o cambiado de algún modo...

  —¡Ja! Sí, claro.

  Todos nos volvimos a mirar al muchacho que acababa de contestar de esa forma repentina. Su voz era grave, elegante y amable. Era de esas voces que imponían y hacían vibrar. Una voz como esa era rara, los H.E tenían la voz así, pero muchos humanos también, por eso era un detalle descartado en los estudios. Al tener nuestra atención continuó.

  —¿En serio creen que la evolución se da rápido en la naturaleza? Ya les he dicho, pierden el tiempo, no soy uno de ellos.

  —No mientas —dijo el doctor, aturdido—, te vi, no puedo equivocarme. Me empujaste y...

  —Y se golpeó la cabeza —dijo educadamente el chico, pero ya casi sin paciencia.

  —Pero vi tus pupilas, eran rasgadas.

  —Le salvé la vida —recalcó con expresión seria.

  —¿Cómo fue que lo capturaste? —le pregunté al doctor.

  —Después del golpe se me nubló la vista, y cuando me repuse él estaba a mi lado, le había caído una viga de madera encima. Creí que estaba muerto pero no, así que lo trajimos.

  —Le han hecho todo tipo de análisis y placas de rayos X —dijo Marcos—. Al parecer está intacto, eso es raro, así que aunque no tenga la apariencia típica de los H.E, no podemos arriesgarnos, tendrá que estar aquí los tres meses hasta que obtengamos un resultado del ADN.

  No pude evitar sentir lástima por aquel joven. Era muy probable que estuviera aquí por un error, ¿hasta dónde había llegado nuestra paranoia? Volví a mirarlo y él también me miraba. Sus ojos eran hermosos, ese verde de sus iris era bastante penetrante, como el verde de las hojas de las plantas bajo la luz del sol. Contrastaban a la perfección con sus muy oscuras cejas. Marcos tomó unos papeles y comenzó a leer en voz alta, me costó retirar la mirada del chico para voltear a ver a mi amigo.

  —El sujeto dice no recordar mucho de su pasado antes de ser traído aquí. Tiene veintidós años, responde al nombre de Jonathan Antonio, sostiene que estudió ingeniería, pero no hemos hallado documentos o información que validen eso…

  —¿Veintidós años y dice ser ingeniero? —pregunté sorprendida.

  —Ingresé joven, eso es todo —dijo el chico, con su voz serena y una leve sonrisa dirigida hacia mí.

  No pude evitar corresponderle el gesto.

  —Bueno, yo también ingresé joven y terminé igual que tú. Ahora tengo veinticuatro años.

  Marcos se aclaró la garganta y volví a mirarlo, frunció el ceño y me tomó del brazo. Salimos de la sala.

  —¿Qué haces? Es sospechoso de ser uno de esas cosas asesinas, ¿y tú empiezas a fraternizar con él?

  —Entiende, he estudiado bien a esos seres. Él es una persona normal, ¿no lo ves?

  —Hay algo raro en él, no me gusta.

  —Oigan, ya está todo listo para su estancia —nos interrumpió otro de los trabajadores. Me quedé sorprendida, no sabía que iba a quedarme aquí.

  —¿Q—qué? No nos han dicho nada —Marcos estaba tan sorprendido como yo.

  —Supimos que sus viviendas fueron casi destruidas por las fuerzas del ejército, con su afán de acabar con los seres esos —se apresuró a explicar—. Sin embargo, el personal consiguio algunas de sus pertenencias y ya tenemos... Bueno, mejor síganme.

  El hombre nos guio hasta el otro pabellón del laboratorio mientras yo seguía horrorizada al pensar en mi única casa destruida. Habían improvisado nuestras habitaciones en las grandes oficinas del ala este de la edificación. Me mostraron mi «habitación–oficina», y estaba bastante pasable. Una cama en medio, una cómoda, había un escritorio también y ropa en el clóset.

  —Disfrute de su estancia —dijo el hombre y se retiró.

  Suspiré y no pude evitar recordar aquella mirada de verde intenso, ¿dónde le harían pasar la noche?

  —¡Marien! —chilló una jovencita y corrió a abrazarme. Rosy García, mi asistente. Esta chica llena de alegría era mi dosis de alivio diario y aunque la situación fuera tensa, ella evitaba que cayéramos bajo el estrés con sus comentarios, muchas veces fuera de lugar pero bastante refrescantes. Tal vez nunca sabría si era consciente de ello o era distraída en verdad—. ¡Estaba muy asustada por ti cuando supe que habías estado en la zona de ataque! ¿Por qué no me llamaste?

  —Perdón, no sabía que te habías enterado y...

  —¡Oye! —interrumpió, claramente emocionada—. ¿Has visto al joven que capturó Julio?

  —Ah, sí. Tiene la duda de que él sea...

  —¡Es guapísimo! —volvió a interrumpirme. Yo la miraba sorprendida—. Qué importa lo que piensan, así sea un H.E, no me importa que me lleve. Además, ellos deben ser salvajes en la cama...

  —¡Ah! Claro, debí suponerlo viniendo de ti —le sonreí sin poder creer lo que había escuchado, esa chica de oscuros rizos era imparable.

  —Bueno, me alistaré para dormir. Descansa —fue a su habitación.

  Respiré hondo. No podía aguantar la curiosidad. Salí al pasillo y volví a dirigirme hacia la zona de los laboratorios. El ala oeste había sido cerrada bajo candado, pero yo poseía las llaves gracias a que formaba parte de la investigación. Avancé lentamente tratando de no hacer ruido. Aunque, si él fuera un H.E, de nada me serviría tanta cautela pues me estaría escuchando en este momento.