NOTA DE LA AUTORA
Estaba siendo un año muy triste para mí, trataba sin éxito de superar la muerte de mi marido, que nos había dejado hacía solo nueve meses después de tres años de sufrimiento. Totalmente dependiente y con una movilidad reducida del 90 %, el veintisiete de diciembre de 2014, dos días después de Navidad, la Navidad más triste de mi vida. Se marchó para siempre mi compañero de viaje. Después de una feliz convivencia de cincuenta años, fallecía Francisco, tras una larga y dolorosa enfermedad.
En aquellos momentos, más que nunca, echaba de menos a mi hija y a mis nietos, que viven en Australia y a los que hacía tres años que no veía. Pero como Dios nunca nos abandona, tenía a María, mi otra hija, y a Xavi, su marido, un claro exponente que desmiente que las relaciones entre yerno y suegra no pueden ser buenas. Nuestra relación no solo es buena, es excelente y rompe así el mito negativo entre este parentesco. Como yerno, le doy a Xavi una nota de diez.
Cuando María me propuso acompañarla a Maui, y tras las dudas iniciales, empecé a ilusionarme con ese viaje, sueño de mi juventud, que nunca pensé poder realizar. En aquellos tiempos, la gente viajaba muy poco, o casi nada; Hawái era un paraíso lejano e inalcanzable que ahora tenía la oportunidad de visitar, aunque con unos años de retraso. Era un sueño hecho realidad.
Nunca pensé que el que creía que iba a ser el mejor viaje de mi vida, sería el peor y se convertiría en una verdadera pesadilla. Pero como persona positiva que soy, a las situaciones malas intento buscarles algo positivo, porque ninguna situación buena o mala lo es al 100 %. Al igual que al final de un doloroso parto te ves recompensada con el nacimiento de tu hijo; tras mi accidentado viaje a Maui, nació este libro, que de haber sido el maravilloso viaje que yo imaginé, nunca hubiera visto la luz.