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Una multimillonaria tras el divorcio

Una multimillonaria tras el divorcio

En proceso

Introducción
[Ve al hospital ahora, Natalia necesita tu sangre. No olvides que por eso me casé contigo]. Desde que Gloria se casó con Carlos hace tres años, se vio obligada a donar sangre a la amada de su marido. Sin embargo, Carlos la trataba como a una extraña, en lugar de como a una esposa. Gloria confiaba en su marido, pero un día recibió una foto íntima de Natalia y Carlos. Por lo tanto, decidió divorciarse de Carlos y volver a casa. Nadie sabía que era la única heredera de la familia más rica. Se rumoreaba que la habían echado de la familia Adolfo porque se había enamorado de un modelo masculino. Gloria sonrió con desaprobación. “¡Dejé a Carlos Ignacio porque regresaré con mi familia y heredaré propiedades por valor de miles de millones de dólares!”
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Capítulo

—¿No te dije que lavaras mi ropa sucia? —cuestionó Juliana Ignacio mientras miraba a Gloria, quien estaba ocupada trapeando el piso. Intentó ignorar a Juliana, pero esta le tiró del pelo, haciéndola gemir de dolor.

—¡Si te hablo, debes mirarme, p*rra inútil! —exclamó.

Al instante, Gloria cerró los ojos y se levantó. Cuando se encontró con la mirada de Juliana, dijo: —Yo… ya lavé su…

—¡No! ¡No lo hiciste! —la interrumpió Juliana con un grito y apretó con más fuerza el cabello de Gloria.

Ella quiso gritar, pero no podía, pues no quería demostrar dolor delante de su suegra.

—Pregúntele a la criada… de verdad lavé…

—Sí, pero usaste la máquina. ¡Quiero que lo laves a mano! —exigió Juliana y volvió a tirar del cabello de Gloria, quien soltó un gemido. Después de eso, la soltó.

Rápidamente, Gloria se arregló el cabello despeinado y suspiró. —La lavaré de nuevo —afirmó. Esa era la única forma de calmar el enfado de aquella bruja.

—Bien —dijo Juliana con una sonrisa—. Después de trapear el piso, limpia las ventanas y cambia las cortinas. ¿Has comprendido?

De inmediato, Gloria asintió y, satisfecha, Juliana se marchó. Cuando desapareció de su vista, Gloria lanzó un profundo suspiro.

Había pasado un año desde que se casó con Carlos Ignacio, el hijo de Eduardo y Juliana Ignacio. Estaba muy enamorada de él; de hecho, fue amor a primera vista desde aquella noche.

Se puso eufórica cuando Carlos aceptó casarse con ella y, aunque tenían altibajos, aún así sentía que había logrado lo que siempre quiso desde un principio. Sin embargo, después de algunas decisiones abruptas, sentía que había abandonado su verdadero yo y a lo que estaba destinada a ser.

—¡Oye, p*rra!

Ni bien escuchó la voz, Gloria frunció el ceño. «Aquí vamos de nuevo», pensó mientras dejaba la alfombra en el suelo y se volvía para mirar a su cuñada.

—Carolina —la saludó.

De inmediato, Carolina se detuvo frente a ella y arqueó la ceja al tiempo que cruzaba los brazos frente a su pecho.

—Mis amigos vendrán a visitar la mansión y quiero que cocines para nosotros —pidió.

¿Quería que ella cocinara?

Tenían sirvientas y ella no era una. Es más, ella era parte de su familia, ¡era la esposa de Carlos Ignacio!

—P-Pero tenemos sirvientas… —repuso Gloria.

—¿Tenemos? —se burló Carolina con disgusto—. Sigue soñando, p*rra. Nunca serás parte de nuestra familia. Dios mío, ni siquiera sé de dónde saliste. ¡Carlos te sacó de un basurero! —exclamó.

¿Basurero?

Entonces, ¿la consideraban una basura?

¿Eso pensaban de ella?

En ese momento, Gloria respiró hondo y exhaló lentamente para calmarse. —¿Aperitivos o un almuerzo? —preguntó.

—Ambos.

—¿Qué quiere que cocine entonces?

De pronto, Carolina arqueó la ceja y dijo: —¿En serio? ¿Me veo como alguien que sabe sobre cocina?

Ni bien la escuchó, Gloria apretó los labios para reprimir su sonrisa. Desde el primer día se dio cuenta de que Carolina tenía el cerebro de un coco. A diferencia de Carlo, ella era lenta y estúpida.

—Está bien, primero terminaré esto…

—¿Qué? Nos harás esperar...

—Srta. Carolina —la interrumpió Gloria—, su madre me da muchas tareas y sólo tengo un cuerpo. No puedo cortarme a la mitad y hacer lo que usted y ella quieren a la vez. Todavía es temprano y prometo que la comida estará lista a tiempo —concluyó, un poco irritada.

En ese instante, los ojos de Carolina se abrieron y la miraron fijamente. —¡No me gusta que se atrevan a interrumpirme cuando estoy hablando!

De inmediato, Gloria inclinó la cabeza levemente y se disculpó, pero lo que no esperaba era que Carolina le golpeara la cabeza; tuvo que apretar el puño para evitar levantarse. Se quedó simplemente mirando al suelo, y, en particular, a los pies de Carolina. Así, esperó a que la hija de la bruja se fuera.

Entretanto, una lágrima cayó de su ojo izquierdo y, cuando el aura de Carolina desapareció, levantó la cabeza y trató de olvidar lo que había sucedido.

Cada vez que Carlos no estaba en la casa, ellas dos la trataban como a su sirvienta. Por supuesto, los Ignacio tenían muchas sirvientas porque eran ricos, pero esas dos brujas la obligaban a hacer todas las tareas del hogar cuando Carlos no estaba presente. Sin embargo, cuando sí lo estaba, actuaban como si fueran ángeles, pero en realidad ¡eran demonios!

Ese día, para ser productiva y terminar todas sus tareas, Gloria hizo todo lo posible por olvidar la vibra negativa que Juliana y Carolina le dieron esa mañana. De esa manera, continuó trapeando el piso y, después de una hora, quitó todas las cortinas grandes; eran largas y pesadas y los Ignacio generalmente contrataban un servicio de limpieza para ellas.

Después de un par de horas, Gloria miró el enorme reloj cerca de la gran escalera de la mansión, suspiró y caminó hacia la cocina. Se alegró de que Carolina no hubiera regresado todavía y supuso que había ido a recoger a sus amigos.

Gloria sabía que el círculo de amigos de Carolina nunca pensaría en visitarla. Ella creía que eran amigos verdaderos, pero en realidad solo la estaban usando por su apellido.

—Bienvenidos —susurró Gloria mientras preparaba algunos bocadillos y el plato principal del almuerzo.

Cuando Carolina le pidió hacer bocadillos, en realidad se refería a un gran almuerzo.

—¡¿Qué demonios?! ¿En serio, Carolina? ¿Nos harás comer estas cosas? —inquirió una chica de cabello rubio en el momento en que se sirvió la comida y las criadas abrieron las tapas una a una.

Al instante, Gloria, que estaba escuchando detrás de la pared, se rió.

—No hay manera de que nos comamos esto. ¿Qué clase de comida es esta? ¿Anguilas? Cangrejos, espinacas recocidas... ¿Qué diablos, Carolina? ¡Debiste habernos informado que querías que comiéramos basura!

De repente, Carolina se quedó sin palabras. Acababa de ser humillada delante de sus amigos. Un momento después, recorrió la sala con su mirada y buscó a la culpable.

Sin embargo, Gloria sabía que Carolina la buscaría, por lo que ya había subido las escaleras corriendo y acababa de entrar a su habitación.

Rápidamente, se arrojó sobre su cama y sonrió ampliamente mientras miraba al techo. Se sentía genial, pero claro, siempre había consecuencias.

Bueno, eso no era novedad.

Pero ella estaba decidida a hacer todo lo posible para soportarlo todo… por Carlos.