—Ya puede besar a la novia —dijo el sacerdote que presidía la ceremonia a la pareja de recién casados.
El salón estaba repleto cuando Leila llegó y rápidamente comenzó a buscar a su mejor amiga entre los invitados que aplaudían. Cuando la pareja se besó, todos vitorearon con emoción y Leila no pudo evitar sonrojarse al recordar que no había tenido ningún tipo de contacto físico con un hombre en mucho tiempo.
—Así te besaré tu esposo en el futuro —le susurró una voz conocida al oído y ella saltó con sorpresa. Freya, su mejor amiga, la saludó mientras se doblaba de la risa—. Te pierdes de las mejores partes por estar siempre tan tarde.
Leila escondió su sonrisa mientras se arreglaba el vestido. Si hubiera sido su decisión, ni siquiera hubiera asistido a la boda. Sin embargo, Freya estaba obsesionada con encontrarle a alguien como si eso fuera a resolver sus problemas. Era verdad que extrañaba el calor de un am*nte, pero su vida no estaba tan mal como la pintaba su mejor amiga.
Freya la tomó del brazo para jalarla al jardín. La suave brisa movió su cabello, así que se acomodó unos mechones detrás de las orejas. Se acomodaron en una de las mesas redondas mientras escuchaban a la banda que habían contratado para la recepción.
—Pringle —gritó para hacerse oír por la música—. ¿Todavía tienes tu cuenta de Tinder activa?
—Sí —le respondió Leila poniendo los ojos en blanco. No es que tuviera mucha experiencia, pero realmente no creía que estar soltera fuera tan malo. Freya le había obligado a crearse la cuenta y por eso su perfil era el más aburrido de todos. Su foto tampoco era llamativa.
—No cierres la aplicación —le dijo con emoción, honestamente ahora era su misión de vida conseguirle un hombre desde que había conocido a su actual esposo—. Algunos de los invitados están lindos.
Leila sabía que no le interesarían ninguno de estos supuestos invitados lindos, pero decidió no decirle nada a Freya quien no había despegado los ojos de su celular. Leia bufó por lo bajo y comenzó a observar a su alrededor. No había nadie más aparte de ellas y el servicio.
Antes de que volviera su atención a su amiga, la silueta de un hombre le llamó la atención. Al parecer no estaban tan solas como había creído. El hombre estaba enfocado también en su celular y vestía un traje gris que le quedaba a la perfección. Al parecer se dio cuenta de que estaba siendo examinado por lo que levantó la cabeza y se pasó los dedos por el cabello con una expresión de malas. Sus ojos se cruzaron con los de Leila, a lo que esta simplemente se sonrojó. El hombre era hermoso.
Este le enarcó una ceja cuando no dejó de mirarlo y rápidamente tomó su celular para esconderse. Sus mejillas le ardían de la vergüenza.
—Tengo que recoger algo afuera —le dijo su amiga mientras se levantaba y comenzaba a arreglarse su atuendo. Leila le dijo que se veía bien antes de que pudiera preguntárselo y ella simplemente le ofreció una sonrisa deslumbrante—. Gracias, no te muevas.
Leila se quedó suspirando en la mesa, ignorando con todas sus fuerzas la intensa mirada que sentía sobre su espalda. Podría haber intentado escaparse de la obligación de socializar, pero sabía que su mejor amiga la regañaría por horas después si se atrevía. Uno de los meseros se acercó para colocar una botella de vino a lo que Leia le agradeció suavemente.
El jardín comenzó a llenarse con los otros invitados y pronto los novios hicieron su entrada con una suave música de fondo. Se podía notar el amor que sentían el uno por el otro en sus miradas. Leia no los conocía realmente, eran amigos de Freya. De repente, se le erizó la piel de la nuca al sentir de nuevo la presencia del hombre de antes. Bajó la mirada para poder observarlo de reojo. Tenía unas cejas pronunciadas, sus labios eran rellenos y sus facciones angulares. Su cabello se veía tan suave sobre su frente que le dieron unas terribles ganas de acercársele para quitárselo de los ojos.
El presentador del evento dijo algo que hizo que todos a su alrededor se rieran, pero Leila ni le prestó atención, el hombre sonrió arrogantemente al encontrarla examinándolo de nuevo y se volteó nuevamente con las mejillas sonrojadas. Abrió Tinder y se dispuso a perderse en los miles de perfiles para no volver a darle la satisfacción al extraño de verla de nuevo admirándolo. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que había sido emparejada con alguien nuevo. Su perfil estaba tan vacío como el de ella y en la foto no se podía vislumbrar bien su rostro, pero su cuerpo era espectacular. Se llamaba Kelvin. Leila aceptó sin pensarlo mucho y un mensaje apareció en su buzón.
«Hola», le saludó el hombre. La tentación la carcomía, pero decidió jugar en otra aplicación por unos momentos para no responderle inmediatamente y parecer desesperada. Una persona soltó una carcajada a su costado y levantó la cabeza para darse cuenta de que la fiesta estaba en todo su auge. Levantó la copa para celebrar con los demás y buscó a su amiga con la mirada.
¿Dónde estaba Freya? Un nuevo mensaje de Kelvin apareció y esta vez decidió responderle.
«¿Estás ocupada?».
«Más o menos. Mi amiga me trajo a una boda en contra de mi voluntad».
«Lo mismo aquí. Aunque en mi caso, perdí una apuesta. Estoy demasiado aburrido, odio las bodas, pero mi hermana está tratando de encontrarme pareja así que me obligó a venir en su lugar porque perdí contra ella».
Leila soltó una carcajada. Le gustaba que se explayara.
«Yo también estoy aburrida, que lástima damos. Tampoco tenía opción a decir que no, aunque no sé a donde se fue mi amiga. Me ha dejado sola, ¿son estos los beneficios de estar soltera? Los quiero devolver. En serio quisiera irme».
«Yo también. ¿Quizás pueda ayudarte a que te diviertas un poco? ¿Qué dices?», le preguntó a lo que la mujer se mordió el labio, asintiendo con la cabeza como si pudiera verla.
«Me gusta la idea. Puedes encontrarme en la gran casona de la calle Corey. Soy la triste mujer vestida de negro con labial rojo esperando por mi príncipe azul. Estoy segura que reconocerás la casa porque se puede escuchar la música desde afuera. Cualquier cosa, aquí está mi número, me llamas, no mensajes».
Emocionada con el prospecto de conocerlo, reconoció que al menos su amiga no la volvería a molestar en un tiempo. Este pensamiento le hizo recordar que todavía no había tenido noticias de ella, así que le mandó un pequeño mensaje.
«Algo sucedió. Me voy a demorar un poco más», le respondió a lo que Leila simplemente enarcó las cejas. Ahora tenía otra razón para dejar la fiesta e irse con el tal Kelvin. De repente, la silla en donde había estado Freya se movió y la mujer se quedó viendo con la boca abierta como el guapo hombre de antes se sentaba.
—Leilani —la saludó mientras le enseñaba el celular y se dio cuenta de que lo tenía abierto en Tinder. Este hermoso espécimen era el susodicho Kelvin—. Me dijiste que era la triste mujer esperando por su príncipe azul, ¿no? Pues, acaba de llegar tu príncipe, ya puedes dejar tu tristeza de lado. Te sienta bien el lápiz labial rojo.
Leila estalló en carcajadas, la verdad era que sus palabras sonaban peor dichas en voz alta. De cerca podía ver que era incluso más guapo de lo que había pensando. Sus labios eran incluso más carnosos. Un mesero se acercó para ofrecerles un vaso de vino espumoso y se lo tomó de un solo trago antes de solicitar otro más.
—No deberías tomar tanto —le advirtió la mujer.
—Lo sé —respondió pero igual llamó a otro mesero y procedió a terminar su tercera copa—, pero no puedo parar.
—¿Mal día?
—Sí —dijo suavemente mientras se tomaba su tiempo con esta última copa—. ¿Dónde está tu mejor amiga?
—Me dejó —dijo honestamente mientras jugaba con la correa de su cartera. Después de unos minutos, el hombre volvió a hablar.
—¿Quieres irte? —le preguntó a lo que ella negó con la cabeza. Se había dejado llevar por la emoción y no había considerado lo incómodo que sería irse con un completo extraño. Además el hombre estaba fuera de su alcance, si su amiga la viera seguramente se pondría a chillar y lo aprobaría.
—Creo que me quedaré un poco más —dijo finalmente mientras los meseros pasaban sirviendo algunos aperitivos. Se le hizo agua la boca al ver las delicias que les estaban dando y comenzó a probarlas sin esperar. El plato de Kelvin se mantuvo intacto.
—¿Alguna vez te has preguntando por que existe el matrimonio?
—Sí, porque es algo hermoso —le respondió suavemente. La verdad lo había pensando muchas veces y sinceramente creía que no era algo que ella estaba destinada a experimentar. El matrimonio y el amor eran ideas sacadas de un cuento de hadas que nunca existiría para Leila. Tomó un sorbo de su vino y se quedó observando al hombre mientras este se masajeaba la mandíbula, guiñándole el ojo. Sus mejillas se tiñeron de rojo y se escondió bajo la cortina de su cabello.
—¿Cuál es tu opinión sobre él? —le preguntó de vuelta.
—Creo que es algo hermoso también —dijo, moviendo los dedos sobre la mesa y agarrando una tajada de manzana de la bandeja de frutas—. Pero no creo que sea para mí.
—¿Por qué no? —le preguntó con curiosidad, sorpresivamente identificándose con él.
Kelvin se terminó la manzana y agarró otra tajada. Ella dejó sus cubiertos a un lado y el hombre le ofreció sus postres a lo que la mujer le agradeció con una sonrisa.
—No lo sé, encontrar a la persona indicada es difícil. Extraño los días de antaño cuando los padres arreglaban los matrimonios.
—Podrías comenzar la moda de nuevo —le dijo intentando animarlo porque se veía mejor así—. Podrías encontrar a una mujer que no conozcas y casarte. Así lo hacían antes, ¿no?
Esos eran las costumbres de antes en donde las personas eran comprometidas desde la infancia por sus padres. Era sinceramente una práctica que no le atraía en lo absoluto, pero quizás era lo que Kelvin necesitaba. Sus ojos se iluminaron cuando se lo propuso.
—¿Quieres que realmente lo haga? —le dijo suavemente coquetamente.
—Claro, ¿por qué no? —le respondió sin darle importancia al tema pensando que estaban bromeando. Se terminó su copa de un sorbo, sorpresivamente animada—. ¿Quién no quiere casarse con un extraño?
—Así que si uno fuera a pedirte que te casaras con él, ¿le dirías que sí? —le dijo seductoramente haciendo que la mujer perdiera su sonrisa de golpe. Se estaban tomando el asunto demasiado enserio, ya no estaba cómoda hablando sobre ello. Los ojos de Kelvin examinaron su alrededor con nerviosismo y se tocó el cuello ligeramente—. Creo que me gustaría hacerle una propuesta un poco loca.
—¿En serio?
—Sí —dijo, haciendo que ella inclinara la cabeza a un lado y se dispusiera a escudriñarlo de los pies a la cabeza. Después de un largo silencio, la mujer le dio permiso para que continuara—. Cásate conmigo, Leilani.
—¿Qué?
De todas las cosas locas que habían escuchado en el año, esta proposición definitivamente se llevaba el primer lugar, ¡y lo peor de todo era que lo estaba considerando!
—¿No quieres casarte con este desconocido?
* * *