En el amor todo suele ser alocado, arriesgado, vivaz, sin medidas, a fin de cuenta extremo. Estar enamorado nos hace inservibles ante los peligros. Nos hace vulnerables. Creyendo que tenemos todo bajo control. Que podemos conquistar el mundo del amor solo por nosotros mismos. Aunque dentro de nosotros florece la debilidad ante el mundo que nos rodea creando una brecha en donde es fácil que una flecha a alta velocidad caiga y destruya a su paso.
Sin embargo, aunque sabemos las consecuencias nos lanzamos al precipicio llamado amor. Porque somos masoquistas y tener un poco de amor por un mísero tiempo es un privilegio, aunque existen las excepciones. No todos tenemos la dicha de tener un amor para siempre. Pero a fin de cuenta tenemos una vida y que hay que arriesgarse, no.
Aunque yo no pedí o lo quise llego a mí en el momento exacto en que la necesitaba. Solía pensar que el romanticismo solo era movimiento artístico que era narrado en los libros. Para una población de personas que anhelaban que un amor ficticio se vuelva realidad. Porque para mí, el amor, solo significaba un símbolo de hipocresía maquillada con un sentimiento puro.
Dado que desde que nuestros mundos se enlazaron en un desafortunado encuentro, ha sido lo algo sumamente nuevo. Que me implicaba a pensar que nuevamente mi mala suerte volvía a surgir. A pesar de que estaba acostumbrada, me entristecía. Porque tenía la esperanza de que todo cambiara.
A medida que paso el tiempo, mi corazón comenzó a latir de una forma tan diferente a o lo que estaba acostumbrada. Porque si bien no quería reimplantarme amar, porque consideraba que era estúpido o sumamente imposible. Ya había caído en el pozo y me había sumergido en el venenoso y atractivo néctar del amor en donde no había una escalera de emergencia que me permitiera escapar. Aunque me resignaba a crear opiniones de reimplantarme amarlo. Con el tiempo tuve que creerme mi mentira, pero de nada sirvió, porque caí.
Caí tan redondo que perdí la particularidad de mi personaje. Una chica sensata y de pocas palabras que prefería hacer su trabajo y evitar el mínimo contacto. Algo que lo hice mío por mucho tiempo. Mi muro, esa gran pared imaginaria que no dejaba que nadie ajeno a mí, entrara. Aunque debo ser sincera no era feliz, solo tenía la idea de una felicidad, a causa de creí que no la merecía. Él lo hizo todo. Sus lanzamientos de quarterback eran siempre certeros. Porque sus pequeños detalles de ternura. Formatearon mi mente y mis sentimientos dándome la mentecata idea de que lo merecía. Y me la creí. Merecía ser amada y amar. Lo hice. Deje que mi personaje se derrumbara.
Y mi arriesgue amar, a sentir, a vivir, me deje guiar por él, acepte todo hasta lo más ridículo y por primera vez me divertí. El rebaso todos los estándares de los chicos de lo que había escuchado. Hasta el punto de usarlo como escudo y mi salvavidas. Porque de cierta manera lo valía.