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El Pequeño de la Luna

El Pequeño de la Luna

Autor:Gabriela Nohemy Hernández Herrer

Terminado

Introducción
Un celoso y posesivo lobo, el cual a buscado a su mate por más de 12 años al fin la encuentra, pero ella no está sola. Su querida Luna tiene a un pequeño a su lado. «-somos ambos o ninguno. Escoge bien.»
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Capítulo

  Aquí estábamos, esperando que se anunciara nuestro vuelo para poder abordar. Mis manos sudan y todo mi cuerpo tiembla debido a los nervios, pero intento mantenerme lo más serena posible. No puedo permitir que el miedo me detenga, no cuando estoy tan cerca de lograr lo que he querido por muchísimo tiempo.

  País nuevo, vida nueva.

  —¿Mami? —mi pequeño se para frente a mí con su gesto preocupado.

  —Dime, mi vida. —lo alzo y lo siento sobre mi regazo, pegando su pequeña espalda a mi pecho.

  —¿Pod qué nos vamos? —él fija sus curiosos ojos sobre mí.

  Jamás podrás alejarte de él —la odiosa voz de mi conciencia hace aparición en el momento menos indicado.

  —Es necesario hacerlo, bebé. —beso la coronilla de su cabeza. —Tenemos que irnos porque tú debes estudiar y mami debe encontrar un trabajo, ¿si? —él fija su mirada hacia el frente de nosotros— Además, amor, ¿no te gustaría hacer nuevos amigos? —le pregunto sonriendo.

  —Está bien, mami. —él empieza a jugar con mis manos. — Yo sí quiedo hacer muchos amigos, pero ¿y si no les caigo bien? —abro mis labios para responder, pero la típica voz que anuncia los vuelos suena por todo el aeropuerto.

  Pasajeros con vuelo 236 con destino a Berna presentarse en la plataforma número 5.

  Bajo a mi hijo de mi regazo y tomo su mano. Él me mira curioso por mi acción, así que le sonrío.

  —Vamos, Alex, es hora de irnos. —con la mano que me queda libre tomo la única maleta que pude hacer antes de salir de ese horrible lugar.

  Entrego nuestros boletos y entramos al avión. Una vez adentro busco los asientos que nos corresponden. Me siento y con cuidado siento a Alex en mi regazo.

  Alex Ghisleni, mi bebé. Tiene dos años, es un niño dulce e inteligente. Su tez blanca como la leche, ojos de un precioso color miel que te llenan de paz e inspiran confianza. Su cabello castaño claro, casi llegando a rubio.

  —Hola. —una voz hace que deje de lado mis pensamientos y ponga atención a esa persona.

  Un chico alto, piel aperlada, ojos marrones casi negros y cabello color azabache se sienta a nuestro lado.

  —Hola. —respondo de manera simple.

  —¿Cómo te llamas, linda? Yo soy Mark. —lo miro fijamente y él sonríe de manera coqueta.

  —¿Te lo he preguntado, acaso? —mi rostro era neutro.

  Este tipo no me agrada. Es como ese cosquilleo detrás de tu nuca que te advierte que no debes confiar en alguien o que no debes irte por cierto lugar.

  Siento un pequeño tirón en la manga de mi abrigo y volteo a ver a Alex con una sonrisa.

  »—¿Sucede algo, cielo? —acaricio su cabello de forma dulce.

  Antes de que mi bebé pueda hablar la voz del chico a nuestro lado se hace presente.

  —Que hermano más lindo tienes, aunque no se parecen mucho. —¿hermano? Este tipo es idiota. Inhalo una gran cantidad de aire para no perder la paciencia.

  Alex fija sus preciosos ojos en el chico y luego me mira a mí.

  —Mami, ¿quién es él? —pregunta un tanto confundido y adormilado.

  —Nadie importante, mi amor, ¿quieres dormir? —él solo asintió y lo tomé en brazos para acostarlo en mi regazo.

  El conocido como Mark se sienta a mi lado, al lado del pasillo. El chico a mi lado se mantenía callado y un poco tenso para ser sinceros, pero nada que me interesara o afectara realmente, así que me dediqué a ignorarlo el resto del vuelo.

  La azafata da las indicaciones para llevar un vuelo tranquilo, salidas de emergencia, entre otras cosas.

  El avión despega sin mayor contratiempo. Alex no se vuelve a despertar en todo el viaje, simplemente se mueve para buscar una posición cómoda para él. Por más que quiero dormir mis párpados no se cierran para poder descansar, mi cuerpo se mantiene tenso y alerta. No quiero que nada malo pase, pero no me puedo relajar hasta poder estar en un lugar seguro.

  Una vez llegamos a nuestro destino bajamos del avión y buscamos nuestra maleta.

  —Mami, tengo hambre. —Alex hizo un lindo puchero.

  —Está bien, bebé, iremos a comer. —como hice para subir al avión, con mi mano derecha tomo su pequeña mano para no permitir que se aleje de mí y con la izquierda tomo la maleta. Caminamos sin prisa por el gran aeropuerto.

  Salimos de ese lugar y tomamos un taxi.

  —¿A dónde se dirige, señorita? —pregunta el conductor mientras enciende el coche.

  —Hacia un centro comercial, por favor. —le indiqué.

  —Está bien. —el camino fue silencioso en su mayoría. Solo era interrumpido por una que otra pregunta de parte del señor.

  Alex iba aún con rastros de sueño, así que no habló mucho.

  Una vez llegamos bajamos del coche y le pagué al señor.

  Ya en el centro comercial me dediqué a buscar un restaurante, me decidí por uno familiar.

  Nos sentamos y llegó una linda chica, casi de mi edad, a tomar nuestra orden.

  —Buenas tardes, bienvenidos a “Ditt Söta Hem", mi nombre es Úrsula y seré su mesera en esta ocasión. —al escuchar su nombre solo se me vino la imagen mental de la villana de La Sirenita.

  —Buenas tardes, Úrsula. —observo con detenimiento el menú. Se lo acerco a Alex para que pueda ver las imágenes. Él termina señalando algo que se ve muy similar a lasaña. Levanto la mirada para poder ver a Úrsula— Pediremos una orden rösti. —le digo dedicándole una sonrisa.

  Ella asintió con una sonrisa y se fue a traer nuestro pedido después de decirnos que en seguida venía con nuestra orden.

  Alex miraba todo con una gran curiosidad. Sus ojitos estaban un poco más abiertos de lo normal, dándole una imagen tierna. Me sentía un poco más tranquila al estar en este lugar, pero mi cuerpo y mente no dejaba de estar alerta a mi alrededor.

  Cuando Úrsula trajo nuestra orden empecé a darle de comer a mi pequeño y alimentarme a mí también. Era un sabor delicioso y descubrí que no es pasta, sino que son papas. Al haber terminado de comer pido la cuenta, saco mi cartera y saco el dinero necesario para cancelar la cuenta. Dejo el dinero sobre la pequeña bandeja en donde venía la cuenta; nos ponemos de pie y nos dirigimos hacia la salida.

  Marie, mi única amiga en esa enorme mansión, me ayudó a comprar una pequeña casa a las afueras de Berna. Ella era mi luz de esperanza en ese lugar aterrador.

  Salimos del centro comercial para poder tomar otro taxi, pero con dirección a la casa en la que viviremos a partir de ahora.

  Al llegar a nuestro destino le pago al taxista y nos bajamos. Nos dirigimos a la casa, una vez ahí me dirijo hacia la habitación principal, sacudo las sábanas y acuesto a Alex para que pueda descansar tranquilo mientras yo me dispongo a ordenar la casa, mi pobre niño está cansado por el viaje.

  Abro la maleta que traje conmigo. Saco la ropa y la pongo a la orilla de la cama, con cuidado doblo cada prenda en el pequeño armario que se encuentra empotrado en una de las paredes.

  Suspiro. Es hora de empezar una nueva vida. Salgo de la habitación y me dirijo hacia la sala de estar, hay unas cuantas cajas cerradas regadas por el lugar. Frunzo mi ceño y me acerco hacia una de ellas. Con el llavero que está sobre la mesita rompo la cinta adhesiva que se encarga de mantener todo dentro de la caja.

  Hay libros y varios adornos envueltos en periódicos. Sobre una de las cajas hay un pequeño sobre con mi nombre escrito en él. Me estiro un poco para poder alcanzarlo, una vez entre mis manos la abro encontrándome con la letra de Marie.

  “Querida Amanda.

  Espero de todo corazón que hayan podido llegar con bien a su nuevo hogar. Esta carta la escribo mientras guardo algunas cosas que sé que te gustarán.

  En la nevera no hay mucha comida, deberías ir a comprar más. Ten cuidado al salir, no sabemos con quién te puedes encontrar.

  Pido al cielo para que puedas encontrar la paz y la felicidad que se te fue arrebatada hace mucho tiempo.

  Cuida muy bien de ese pequeño hombrecito, aun no se han ido y ya los extraño. Por favor, Amanda, cuídense mucho. Espero dentro de lo más profundo de mi alma el poder volver a vernos en un futuro.

  —Con amor, Marie.”

  Mi corazón duele al leer cada una de esas palabras, pero también tengo la esperanza de volver a verla.

  Suspiro intentando alejar la tristeza y nostalgia de mi cuerpo, observo alrededor. La casa en sí no es muy grande, pero eso no evita que se sienta cierto aire acogedor.

  Busco por todos lados hasta que en una de las gavetas de la cocina encuentro un trapo para quitar el polvo de los muebles, al menos el poco que hay.

  Mi cuerpo pide descanso luego de estar alrededor de tres horas limpiando todo. Me acerco hacia la ventana que da al antejardín. Las plantas se ven muy tristes y la maleza ha crecido demasiado, mañana me encargaré de limpiar afuera de la casa, por hoy creo que iré a dormir un poco.

  Dejo el trapo en el fregadero y me dirijo hacia la habitación en donde observo a mi niño profundamente dormido. Del armario saco una camiseta tres tallas más grande que yo un short hasta la mitad de mi muslo. Me acuesto al lado de mi hijo y lo atraigo hasta mi pecho.

  Desde que él nació tome la costumbre de dormir con él muy cerca de mí. Cuando no podía dormir con él una enorme ansiedad de cernía sobre mi cuerpo hasta poder tenerlo otra vez cerca de mí. Siempre sentí que algo malo le podría ocurrir y yo no estaría cerca de él. Ese, en verdad, es uno de mis peores temores.

  Con la tranquilidad que me brinda el tener su pequeño cuerpo entre mis brazos y el cansancio que entumece mis extremidades me dejo llevar por el sueño.