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Rechacé a Mi Compañero Alfa

Rechacé a Mi Compañero Alfa

Terminado

Introducción
Aria acaba de cumplir dieciocho años una semana antes, y todavía no era muy hábil para transformarse sin ayuda. Sin mencionar el hecho de que había tres hombres reteniéndola en ese momento, tratando de forzarla. Su padre es un loco jugador. Vendió a su propia hija a sus tres deudores. Sin embargo, Aria escapó y se encontró con el Alfa más fuerte, Adam Scott. La Casa Scott era la Casa Alfa de la manada Moonrise, la cual se trataba de la mayor manada de hombres lobo de Estados Unidos, tanto en términos del número de integrantes como de los recursos de que disponían. Aria y Adam se sintieron irresistiblemente atraídos por su olor. De esta manera, descubrieron que estaban destinados a estar juntos...
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Capítulo

"¡Aléjense de mí!", grité.

Pateé a los tres hombres que trataban de sujetarme y agité mis brazos tan fuerte como pude. Las yemas de mis dedos se habían convertido en garras mientras trataba de despertar a mi loba interior para transformarme y así poder defenderme de mis atacantes. Yo había cumplido dieciocho años una semana antes, así que todavía no era muy hábil para transformarme sin ayuda. Además, puesto que aún no había anochecido, no había luna llena; el mero instinto no me permitiría lograr una transformación.

"¿Ann?", llamé.

Intentaba con desesperación hacer que mi loba despertara en mi interior.

"¡Despierta, Ann!", insistí.

Uno de aquellos hombres sujetaba mis brazos estirados sobre mi cabeza, mientras que los otros dos aferraban mis piernas. Trataba de luchar contra ellos, pero, sin la ayuda de mi loba, estaba a su merced, pues era demasiado menuda para causarles daño a mis enormes atacantes, los cuales, además, me superaban en número.

De repente un cuarto hombre, el cual llevaba un vaso transparente en la mano, entró en mi campo visual. Dicho recipiente contenía una especie de líquido de color oscuro. Inicialmente pensé que se trataba de vino, pero al cabo de unos instantes percibí, desde el otro extremo de la habitación en la que me encontraba, el olor inconfundible de la sangre; era muy probable que ese fuera el contenido del vaso. Su olor amargo hacía que me picara la nariz. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas y me odié por reaccionar de esa manera.

Echarme a llorar no me ayudaría en lo más mínimo.

"¡Vaya, veo que eres una mujer valiente! Me gusta que las chicas actúen así. Bien, ahora bebe esto. Confía en mí: tendrás una buena opinión de mí en cuanto hayas bebido unos cuantos sorbos de nuestra poción mágica", dijo.

Ignoraba a qué se refería, pero, en todo caso, no tenía el menor deseo de probar el contenido de aquel vaso.

Tenía la firme intención de mantener la boca cerrada para evitar beber aquel líquido; si llegaba a entrar en mi boca no lo tragaría sino que lo escupiría. Sin embargo, él presionó cruelmente mi nariz con firmeza, cortándome la respiración.

Resistí hasta que sentí un dolor de cabeza; veía luces debido a que había sido privada de oxígeno.

En cuanto abrí la boca para tomar una bocanada de aire aprovechó la oportunidad para abrir mis labios y verter el líquido dentro de mi boca. Aquella sustancia inundó mi garganta, ahogándome. Tuve arcadas, gruñí y traté de aspirar aire mientras trataba de deshacerme de aquella poción con sabor a óxido.

"¡Eres una buena chica! Ya verás que dentro de algunos minutos te vas a sentir mucho mejor", señaló.

Me esforzaba por liberarme de aquellos hombres, pero todo era inútil. Sentía mucho calor; me preguntaba cuál sería la razón.

En ese momento recordé que cuando regresaba a casa del colegio alguien me arrastró desde la acera y me arrojó a la parte trasera de una camioneta blanca.

"Veo que tu papá hablaba en serio cuando dijo que eras una guerrera. Me debe una suma considerable, pero si todo sale bien esta noche yo podría considerar darle crédito para que vuelva a las mesas de juego. No creo que él sea una seria amenaza para la casa. No sé si él conseguiría ganar si amañáramos cada juego en su favor", declaró aquel hombre.

Cuando su manos ascendieron por mis piernas mientras trataba de levantar la falda de mi uniforme, intenté gritar para pedir ayuda. Sin embargo, no conseguí articular palabra. A duras penas podía mover mis extremidades mientras una oleada de calor, que se irradiaba desde mi estómago, parecía inundar mi cuerpo, haciéndome jadear.

"Eres una buena chica", murmuró al tiempo que sus manos agarraban mis bragas, deslizándolas hacia abajo a lo largo de mis muslos, mientras yo gritaba al vacío de mi mente donde mi loba interna generalmente aguarda. "Quédate ahí tendida. Deja que te de lo que necesitas", indicó.

Mi frente estaba perlada de sudor. Seguramente había sido drogada. ¿Qué había en el vaso del que había bebido? 

De repente sentí un dedo grueso dentro de mí; aquella nueva agresión hizo que volviera a luchar.

"Nnnn..."

Traté de decir la palabra "no" aunque sabía bien que no serviría de nada, pues en aquella habitación no había nadie que prestara atención a mis protestas.

"¡Qué sorpresa tan agradable! Ella es pura", exclamó.

No comprendí el sentido de sus palabras. Yo solo había salido con un chico anteriormente y, a pesar de que estábamos enamorados, nos habíamos limitado a darnos un beso. Quería conservar mi virginidad para mi compañero.

Pude ver claramente su rostro mientras se inclinaba sobre mí. Su piel estaba enrojecida y vasos sanguíneos rotos surcaban su ancha y bulbosa nariz. Mientras inhalaba y exhalaba, sus mejillas recordaban las de un cerdo, mientras que su aliento caliente apestaba a licor y cigarrillos.

Mientras pellizcaba mi barbilla entre sus dedos índice y pulgar se inclinó para besarme. Sus labios, gruesos y húmedos, presionaban los míos.

Sentí deseos de vomitar. Sacó su dedo y comenzó a deslizarlo por mi s*xo, como si tuviese todo el derecho a tocarme tan íntimamente como se le antojara.

"¡Quiero conservarme pura para mi compañero!", protesté.

"Jamás pensé que fueras pura siendo Jefferson Smith tu padre. A decir verdad le debo un gran favor. Ya he olvidado la última vez que tuve la oportunidad de poseer a una mujer virgen", señaló.

Podía sentir su enorme panza presionando mi cuerpo mientras acomodaba el suyo entre mis piernas. Me sentía alarmada; era consciente de que si no luchaba contra él con uñas y dientes mi primera vez no sería como yo esperaba que fuese.

Sus palabras resonaron en mi cabeza. Furiosa, me di cuenta de que lo que me había empujado a aquella dramática situación era la ludopatía de mi padre.

No podía creer que mi progenitor hubiera sido capaz de llegar al extremo de venderle su propia hija a aquel repugnante hombre.

Podía sentir a Ann mientras un arrebato de furia se apoderaba de mí, el cual era lo suficientemente intenso como para contrarrestar los efectos de cualquier narcótico que me hubiesen administrado a la fuerza. Ella es una loba poderosa poseedora de una férrea voluntad. Sentí cómo su fuerza le proporcionaba a mi cuerpo la energía y valentía necesarias para luchar contra mi agresor. La ira que yo sentía en esos momentos, combinada con su poder, me permitió adoptar mi forma de loba. Ahora mi uniforme escolar estaba destrozado y me resultaba imposible contenerme.

"¡Vamos, acaba con él!", gruñó Ann en lo profundo de mi mente. "No permitas que tome lo que está reservado para nuestro compañero. Quiere ver cómo nos retorcemos debajo de él como una z*rra en celo que no se ha apareado".

Ann esperaba que yo le destrozara la garganta, pero solo conseguí morderle un hombro mientras luchaba por incorporarme. Lo mordí con la fuerza suficiente para hacerlo sangrar; al sentir el sabor de su sangre lo solté, temerosa de que la sed de sangre se apoderara de mí y lo despedazara con mis colmillos. Soy una hembra de talla mediana con largas extremidades y con el pelaje característico de un lobo gris. Me han asegurado que voy a crecer con el paso del tiempo; solo espero tener la oportunidad de alcanzar la plena madurez.

Ignoraba las consecuencias que podría acarrear su muerte, pero en todo caso odiaba la idea de convertirme en una asesina; prefería limitarme a huir de él si tenía la oportunidad de hacerlo. Mi intención era alejarme corriendo a una velocidad vertiginosa gracias a mis largas extremidades.

Mis sentidos cánidos me permitieron darme cuenta de que los tres hombres que me sujetaban eran simples humanos y de que la bestia que se había abalanzado sobre mí profiriendo gritos era un lobo. Sin embargo, ignoraba por completo la magnitud del poder de aquella criatura. Podría tratarse de un ser débil o tal vez mis sentidos estaban abotargados por las drogas que me había administrado. Quizás era una combinación de ambas cosas.

Me precipité hacia la puerta de la habitación.

Por fortuna pude presionar la manija hacia abajo con facilidad, logrando que la puerta se abriera. Salí al corredor moviéndome a toda velocidad, pero mis pezuñas se delizaron en el suelo resbaladizo, de modo que mi cabeza golpeó una puerta que se encontraba en la pared opuesta con tanta fuerza que me sentí un poco aturdida.

Podía escuchar a los hombres que se encontraban en la habitación disponiéndose a perseguirme. Si me detenía era probable que me atraparan. Mi comunicación con Ann era muy débil y la sangre hervía en mis venas. Percibía claramente que mi loba estaba ansiosa por morder y despedazar a los hombres que nos seguían.

Corrí por el pasillo tan rápido como pude. En cada salto extendía mi cuerpo cuanto podía para cubrir la mayor cantidad de terreno posible; jamás había corrido tan velozmente.

De repente vi que una criada salía de una habitación, llevando en sus brazos una gran cantidad de sábanas. Mientras ella caminaba hacia el carro donde las depositaría vi que la puerta de la habitación de la cual había salido estaba entreabierta.

Sin detenerme a pensar en las consecuencias o en qué peligro podría acechar dentro de aquella habitación, entré en ella y luego cerré la puerta detrás de mí, empujándola con las patas traseras.

El veneno que había en mi organismo hizo que mi comunicación con Ann se interrumpiera y por lo tanto no pude conservar mi forma de loba. Cuando revertí a mi forma humana me encontré tendida en el suelo de aquella extraña habitación, jadeante.

"Solicité el servicio de limpieza. No sé a ciencia cierta qué tipo de servicio ofreces, pero en todo caso no lo he pedido", dijo una voz.

Miré alrededor de la habitación y vi a un hombre de pie en un pasillo cubierto solo por una toalla alrededor de su cintura, la cual apenas cubría su s*xo. Era alto, incluso más que un hombre lobo promedio, y ancho de hombros. Su pelo oscuro le cubría la frente, las orejas y el cuello; al parecer hacía mucho tiempo que no visitaba a un barbero. Entonces sus ojos azules me miraron directamente a la cara y el impacto fue tan fuerte que de inmediato perdí la noción de tiempo y espacio.

"¿Quién eres?", me preguntó.

En ese momento los hombres que trataban de darme alcance estaban golpeando con violencia la puerta de su habitación, exigiendo que se les dejara entrar para capturarme.

Estaba exhausta y confundida. Las drogas que me habían administrado hacían que mi cuerpo ardiera de dentro hacia fuera y yacía desnuda en el suelo de la habitación de un extraño. Todo aquello era culpa de mi padre, pues me había vendido para saldar las deudas que había contraído con su corredor de apuestas.

Mientras sentía que lágrimas ardientes resbalaban por mis mejillas, logré implorarle con voz rasgada: "Ayúdame, por favor".