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Su alfa prohibido

Su alfa prohibido

Terminado

Introducción
Scarlett Malone, una joven loba testaruda y luchadora, bendecida por la diosa de la luna, porque es la primera mujer alfa. Se mudó a la nueva manada cuando su madre se casó con el alfa del lugar. Con el tiempo se sintió atraída por su hermanastro, el futuro Alfa de la manada. ¿Qué hará ella? ¿Dejará ir este sentimiento prohibido o sumergir con él en este mar de placer? Elijah Westwood, el chico más popular y deseado del mundo. Un playboy que no cree en el amor ni quiere tener su Luna. Pero las cosas cambian cuando vuelve a su manada y se encuentra con su hermanastra. ¿Qué hará cuando se da cuenta que se siente atraído por su hermanastra? ¿Luchar por ella o dejarla ir?
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Capítulo

“¡Scarlett! ¡Por favor, date prisa, no quiero que tu hermano tenga que esperar tanto!”, Jessica le gritó a su hija escaleras arriba.

“¡Sí mamá! ¡Ya lo sé, relájate!”, respondió ella.

Scarlett puso los ojos en blanco mientras seguía aplicándose su característico lápiz labial rojo. Si lo tienes, ¿por qué no presumirlo?, pensó para sí, mientras contemplaba su reflejo en el espejo. Este le devolvió la imagen de una hermosa joven, que la miraba fijamente. Tenía el cabello largo hasta los hombros, cortado al estilo fresa y teñido en degradado, la mitad inferior de un rojo vívido. Se puso de pie sacudiendo la melena y agarró las llaves de su auto.

Le encantaba tener dieciocho años. Unos meses atrás, con motivo de su cumpleaños, había recibido un auto como regalo de su madre y su padrastro.

A pesar de que estaba en la edad en que la mayoría de los jóvenes hombres lobo encontraban a sus compañeros, Scarlett todavía no lo había hecho. Pero no era algo que le preocupara demasiado. Después de todo, su manada no era muy grande y su compañero podía estar en cualquier parte del mundo. Por ahora, simplemente estaba ocupándose de sí misma.

Su loba ya había despertado, ella había percibido su presencia en su mente, convirtiéndose en una magnífica hembra gris, más grande que la mayoría de los lobos de su ciudad. Los rumores se extendieron rápidamente, allí nadie sabía que la pareja de su madre había sido un alfa. Pero la loba de Scarlett era un claro indicativo de eso.

Salió corriendo de su habitación, casi chocando con su hermana de catorce años: Índigo.

“Sé más cuidadosa, bruja”, le espetó Índigo, ganándose una severa mirada de Scarlett.

“Voy a llegar tarde, Indy, tengo que ir a recoger a Elijah en el aeropuerto”, dijo ella corriendo escaleras abajo, saltando dos escalones a la vez, y pasando por encima de los últimos cuatro. Con un ruido sordo, sus pies golpearon las tablas del suelo de madera oscura.

"Scarlett... ¡cálmate!", exclamó Jessica saliendo de la cocina de la mansión. Llevaba puesto un delantal y la negra cabellera estaba recogida en un moño desordenado.

Por las salpicaduras de harina, Scarlett dedujo que su madre estaba trabajando en otro pedido de pasteles. A pesar de ser una mujer lobo, Jessica era una reconocida pastelera por encargo, en Stratford-Upon-Avon, algo que la mantenía ocupada, distrayendo su mente.

Aun cuando era la Luna de la Manada Blood Moon, no todos los miembros reconocían por completo a Jessica. Ya habían transcurrido años desde que ellas se les unieran, después que la primera Luna muriera en un ataque devastador para la manada. Cuando Jessica entró en la destrozada vida del alfa, surgieron emociones encontradas entre los miembros. Algunos se alegraban de que su alfa no hubiera enloquecido tras la pérdida de su Luna, mientras que otros no estaban tan seguros de que alguien reemplazara a la compañera de su alfa, ya que era una falta de respeto para su Luna anterior.

"¡Decídete! ¿Quieres que me dé prisa o no?", preguntó Scarlett sin esperar respuesta, mientras salía corriendo de la casa, cruzaba el césped verde y subía a su Ford Fiesta blanco.

Vivían cerca de la hermosa ciudad de Stratford-Upon-Avon, cuyos bosques rodeaban el área de la manada. Era un lugar pequeño, pero con muchos terrenos abiertos, perfecto para la manada Blood Moon. La mayoría de sus miembros vivían allí, aunque algunos se habían instalado en la ciudad, entre los humanos, y venían al bosque para correr o para reunirse con los demás.

Jackson Westwood, su padrastro, era el alfa y el dueño del terreno. Tenía sus propios negocios, que ayudaban a sostener financieramente a la manada. Pese a tener cerca de quinientos miembros, seguía siendo un alfa fuerte y justo.

El sol estaba alto en el cielo. Scarlett bajó un poco la ventanilla y puso música electrónica. Condujo golpeando el volante con sus uñas recién pintadas. Era un viaje de unos 50 minutos hasta Birmingham, el aeropuerto más cercano a su ciudad, y se alegró de tener tiempo de prepararse mentalmente para volver a verlo...

Suspirando, se recostó en su asiento. Elijah Westwood, el hijo de su padrastro, el futuro Alfa de la manada Blood Moon. Ella no lo había visto en los últimos dos años. Habían pasado dos veranos desde que los visitara, tras su extenso entrenamiento como alfa a lo largo del país. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había enamorado de su hermanastro. El solo pensamiento la hizo estremecer por dentro. Una idea que jamás se atrevería a decir en voz alta.

Ahora se sentía nerviosa, preguntándose si esos sentimientos desaparecerían. Eso esperaba, ya que no quería que las cosas se volvieran incómodas entre ellos. Aunque Elijah no era el más amable con ella, siempre estaba bromeando, burlándose de ella o intentando avergonzarla. Por eso se alegró mucho cuando por fin él salió de la ciudad para ausentarse, hacía ya cinco años.

Pero cuando él había regresado dos veranos antes, ella lo había visto de una forma completamente diferente. Ahora, con su entrenamiento completo, se establecería en casa de forma permanente, y no tardaría en convertirse en alfa, sustituyendo a Jackson en el cargo. Ella siempre supo que Elijah era un joven muy apuesto. Tenía unos deliciosos rizos color chocolate, salpicados de mechones naturales decolorados por el sol y aquellos penetrantes ojos azules...

"¡Rayos!..." murmuró. No te dejes llevar por ese tren de pensamientos, Scarlett… No ahora. Nunca.

El aeropuerto rebosaba de gente saliendo y entrando, taxis y autos estacionados por todos lados. Scarlett luchó por encontrar sitio para estacionar, antes de conseguir un estrecho espacio, solo para darse cuenta de que no podía abrir la puerta lateral. Lanzando un gruñido de frustración, trepó al asiento del pasajero y salió por el otro lado. Había fallado cuatro pruebas de conducir antes de obtener su permiso, así que estacionar en una bahía todavía no era uno de sus puntos fuertes.

Al entrar en el aeropuerto, verificó la pantalla de información de los vuelos. El vuelo de Elijah había aterrizado hacía ya treinta minutos. Hizo una mueca cruzando los brazos, esperando que no fuera demasiado tarde. De todas formas, siempre tomaba tiempo recoger el equipaje, ¿verdad?

"Finalmente... ¿Por qué no me sorprende?", le llegó una voz detrás de ella, arrastrando las palabras. Se dio la vuelta y chocó con alguien.

“¡Ay, m***da!, eso dolió”, gimió Scarlett. Mientras se masajeaba el pecho, levantó la vista para mirar al hombre como un ladrillo, con el que acababa de chocar. Se congeló en cuanto vio la engreída cara de su hermanastro. Un aroma de especias de invierno, vainilla y almizcle blanco envolvió sus sentidos.

"¿Necesitas ayuda para masajear eso?", preguntó él, la mirada revoloteando sobre sus pechos. Se sonrojó al verlo.

"Oh, ¡cállate Elijah!", respondió ella poniendo los ojos en blanco.

"¿Qué ocurre? ¿No puede el hermano mayor cuidar de su preciosa hermanita?, se burló. Sus palabras encendieron un placer prohibido dentro de ella. “Prometo cuidarte bien… Solo di la palabra Red…” su aliento le hizo cosquillas en la oreja, haciendo que su corazón latiera con fuerza en el pecho.

Lo empujó lejos, intentando hacer caso omiso de la forma en que el pecho masculino se sentía bajo sus dedos. Se veía increíble, más sexy de lo que recordaba. ¿Había crecido un poco más?, se preguntó ella. Con una altura de más de seis pies, definitivamente estaba más musculoso que antes. Su piel estaba bronceada y una ligera barba le cubría la mandíbula. Vestido con jeans rasgados, una camiseta blanca, chaqueta de cuero y zapatillas Nike, apenas tenía que esforzarse para verse bien. Era el típico macho alfa; guapísimo a más no poder.

"Deja de ser un idiota, está claro que no has cambiado", dijo mirándolo. Él la miró a su vez, ella olía... delicioso.

"Tú sin embargo has cambiado mucho... Estaba empezando a pensar que todas esas publicaciones de Instagram estaban retocadas y editadas... ciertamente no...", dijo él, recorriendo sus 5 pies 2 pulgadas, observando sus curvas. Era un poco pequeña para ser una loba, pero a él le gustaba así. Trató de no demorarse en la forma en que su blusa negra se estiraba en el busto, combinada con ajustados jeans azules y botas negras de tacón. Su imagen era francamente sensual. Ya no era una niña, sino que se había convertido en una mujer muy sexy. No estaba ciego y sin importar quién fuera ella, no podía negarlo.

“Si ya terminaste de ser desagradable, ¿podríamos irnos? No tengo todo el día”, dijo Scarlett mientras se dirigía a la salida. Elijah sonrió mientras la seguía, sus ojos se deslizaron sobre su redondeado trasero. En su Instagram ella solo tenía selfies o fotos de comida. Seguro que el verano iba a ser divertido…

Al poco rato llegaron al auto y ella abrió el maletero para él. Elijah arrojó dentro su maleta y su bolsa de lona, y caminó hacia el asiento del pasajero.

"Espera, déjame entrar primero", dijo ella. 

Él levantó una ceja: "¿Qué? ¿Acaso rompiste la otra puerta?

“No, el lugar era estrecho”, dijo ella, deslizándose hacia el asiento del conductor antes de que él entrara. Un delicioso aroma floral llenó el auto, el de ella.

“El sitio estaba bien, tú estacionaste mal”, comentó mientras ella encendía el auto.

“Abróchate el cinturón”, dijo Scarlett ignorando el comentario.

"¿Preocupada por mí?", bromeó él, sonriendo cuando ella lo miró.

“No, pero es mi auto, y esas son mis reglas,” respondió dando marcha atrás, muy consciente de su observación. Él la ignoró, negándose a ponerse el cinturón, jugueteando con su lista de reproducción. Se recostó del asiento cuando empezó a sonar ‘O Nah’ de Somo.

Scarlett mantuvo sus ojos en el camino, tratando de no enfocarse en la letra de la canción. Las palabras "un poco demasiado", y con Elijah en el auto... la imagen en su cabeza no era precisamente decente...

"¿Cómo es que te enviaron a buscarme?" preguntó mirando a la determinada pelirroja.

"Surgió una reunión de última hora con un alfa y ya sabes. Para papá, el trabajo es lo primero", respondió, haciendo que Elijah frunciera el ceño. Le molestó cuando ella llamó a su padre, "papá".

"Tiene sentido", dijo sin dejar traslucir su molestia.

"¿Por qué no corriste el resto del camino de regreso?", preguntó, con su lobo de acuerdo. Aunque tener un lobo no significaba que hubiera una segunda voz en tu cabeza, podías sentir sus emociones y percibir sus opiniones. Algo así como una segunda conciencia.

“Mi querido equipaje”, dijo burlonamente, ganándose el ceño fruncido de la joven. "¿Qué hay de Jessica?, ¿ocupada horneando?"

"Sí, pensé que ella no tenía nada pendiente hoy, pero llegó un pedido de última hora y, como ellos dicen, ¿de qué sirve haberme comprado un automóvil si no puedo ser de alguna utilidad?"

Elijah sonrió. "Estoy de acuerdo, aprovechada", dijo dándole unos empujoncitos en la cabeza, haciendo que ella volteara a mirarlo con furia una vez más.

“No soy una aprovechada, ayudo en el restaurante los fines de semana… y también trabajo en un salón de belleza…” dijo y su mirada se desvaneció. A diferencia de Elijah, el listo e inteligente, el orgullo de la familia, Scarlett había sido una decepción. Hizo un curso de belleza en la universidad y luego aplicó en un salón local para humanos. Nada que contentara a sus padres, ya que ellos querían que obtuviera un título como Elijah, quien además de sus deberes alfa tenía en su haber un título en negocios.

“Genial, me gusta el cabello, te queda bien”, dijo, mientras crecía, ella había pasado por morados, azules y rosas, pero este era el más rojo que él había visto y el color se veía muy bien en ella.

"Gracias", respondió ella con suspicacia. “¿Entonces tienes hambre? ¿Paramos en una estación de servicio?

"Sí, vamos, estoy jod******te muerto de hambre, ya sabes que la comida de avión no es comestible", dijo echando su asiento lo más atrás posible y estirando un poco sus largas piernas.

“No es tan malo”, dijo en tono alegre. Mantuvo los ojos abiertos, en busca de un letrero que le indicara que se acercaba a una estación de servicio.