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Él Siempre Me Persigue

Él Siempre Me Persigue

En proceso

Introducción
Me estaba persiguiendo un acosador. Un día por la mañana recibí un mensaje de un número privado desconocido. Simplemente pensé que se había equivocado de persona y lo bloqueé de inmediato. Camino al trabajo vi tres cuerpos colgados del techo, tres de mis compañeros de trabajo, con palabras grabadas en sus cuerpos. ESTO ES SÓLO UNA ADVERTENCIA. Y mi teléfono volvió a vibrar. Fue nuevamente desde el número privado. Y me envió un mensaje como el siguiente: "¿Te gusta mi regalo? Ahora haz lo que te digo. 1.NUNCA vuelvas a bloquearme o mataré a alguien que amas. 2.Eres MÍA, así que no coquetees con nadie, o mataré a alguien que amas. 3.No le digas esto a nadie ni vayas a la policía, o mataré a alguien que amas. 4.No intentes pasarte de lista, porque te estoy vigilando 24 horas al día, 7 días a la semana. Con amor, tu acosador".
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Capítulo

Se escuchó el chirrido del despertador, el cual venía de mi teléfono. Traté de bloquear el ruido tapándome los oídos con las cobijas y comencé a gruñir en protesta.

'No me quiero levantar, no quiero salir de aquí', me repetía para mis adentros.

Pero sabía cómo funcionaba la sociedad y, dentro de ella, mi odioso jefe, quien me despediría si llegaba tarde al trabajo. Así que no tuve más remedio que sentarme en la cama y desperezarme.

Al ver los rayos anaranjados del amanecer que entraban por la ventana, suspiré y me levanté. "No tengo alternativa, un día más en ese infierno, qué bien", murmuré.

Caminé hacia el baño mientras bostezaba y me rascaba la panza. Me até el largo y ondulado cabello castaño en un moño para que no me estorbara mientras me lavaba la cara, me miré en el espejo y suspiré. Se reflejaba una mujer de veintitrés años con bolsas en los ojos, y semblante pálido y cansado, que vivía sola en un departamento ruinoso de dos dormitorios y un baño modesto.

Estaba por salir para el trabajo, y un mensaje apareció en el teléfono. Era de... ¿Número privado?

Número privado: "Hola, ¿eres Abigail?".

Las alarmas se encendieron en mi cabeza. Si algo había aprendido de los relatos que circulaban por ahí era que nunca había que darle el nombre a un desconocido, ni siquiera confirmarlo. No, iba a permitir que me mataran, estafaran o engañaran.

Abigail: "No, lamento que te hayas equivocado de persona".

Antes de que volviera a guardar el teléfono en el bolsillo, sonó de nuevo.

Número privado: "¿Estás segura?".

¡Qué demonios! ¿Por qué me preguntaba eso? En verdad me irritó la pregunta.

Abigail: "Sí, estoy segura de quién soy ¿Podrías dejarme en paz?".

Sin esperar la respuesta, bloqueé el número y eliminé la conversación.

"Qué gran comienzo de semana", murmuré.

"¡Abigaíl!". Sin esperarlo, sentí que mi mejor amiga se me colgaba de la espalda. "Te extrañé", me confesó, y luego me estranguló con un abrazo.

"¡Daisy! ¡Suéltame, pareces una garrapata!". Trataba de quitármela de encima y ella se reía.

"Daisy", insistí.

"Está bien, está bien, ya entendí". Me soltó de a poco y me miró. "¿Lista para la batalla?", me preguntó sonriendo.

Sacudí la cabeza y respiré hondo. "No, me quiero ir a casa y meterme en la cama a ver Netflix".

Ella asintió con la cabeza. "Te entiendo. Yo quiero acurrucarme con mi chico", me apoyó mientras miraba al cielo de manera soñadora. Sonreí y puse los ojos en blanco. Con su novio, Terence, habíamos sido amigos desde la infancia, nos conocíamos de toda la vida. Ellos habían empezado a salir mientras estaban en la secundaria y, desde entonces, seguían juntos. Incluso llevaban un año conviviendo.

Bueno, no podía culparlo por enamorarse de Daisy, ella era superatractiva: ojos marrones, cabello color chocolate con mechas doradas naturales, piel bronceada, y el cuerpo de modelo que todas queríamos tener. Ese pobre desgraciado tuvo que luchar contra un montón de candidatos dispuestos a todo por conquistarla

"Bueno, no quiero retenerte. Ve tranquila" Le hice un gesto hacia la parada de autobús, ella me fulminó con la mirada.

"Ya cállate. ¿Dónde está tu chico?", me preguntó en tono burlón.

Me encogí de hombros. "Me lo guardé en el trasero".

"Puaj", refunfuñó.

"Exacto, desagradable. No necesito ni quiero un novio/hombre/marido o cualquier otro tipo de relación que se te ocurra".

Ella me miró como si yo estuviera loca, ya estábamos casi frente al edificio y me detuvo. "¿Pero por qué?", me preguntó mientras se cruzaba de brazos.

"¿Tengo que tener una razón?", retruqué.

Mi amiga me miró preocupada. "¿Es por lo que pasó ese día?".

Mostré mi frustración. "¿Tenemos que hablar de esto ahora?".

Daisy estaba a punto de seguir con el cuestionario cuando de repente escuchamos un grito. Nos miramos, y entramos corriendo al edificio.

Nos detuvimos de manera abrupta cuando nos dimos cuenta de que estábamos pisando un charco rojo.

"¿Q-Qué es esto? ¿Sangre…?", pensé entre mí, y luego vi que una de mis compañeras de trabajo caía al suelo mientras gritaba. Daisy se había quedado paralizada de miedo.

"¿Qué pasa, Daisy?", pregunté preocupada y confundida por toda la situación.

"Mira...", titubeó, luego comenzó a balbucear palabras que yo no terminaba de entender.

"¿Que mire qué?".

"Mira hacia arriba", tartamudeó.

Le hice caso.

Jadeé al ver qué era lo que hacía que todo el mundo se asustara tanto. Quería gritar, pero no podía.

Del techo pendían tres cuerpos, cada uno de ellos tenía una cuerda alrededor del cuello y un tajo en la panza de donde colgaban los intestinos.

La escena era espeluznante, pero lo más traumático era las palabras grabadas en los cuerpos.

ESTO ES UNA ADVERTENCIA.

Mis ojos se abrieron como platos, Daisy soltó un alarido, la gente entró en pánico, alguien de los presentes pidió que llamaran a la policía y a la ambulancia, todo era un caos.

Intentaba encontrar las palabras adecuadas que encajaran con esa situación, pero estaba demasiado impresionada. Mi teléfono no había dejado de sonar desde el momento en que vimos los cadáveres, no paraba de vibrar reclamando mi atención. Despacio, lo saqué del bolsillo: me quedé helada al ver las notificaciones.

Numero privado.

Se me puso la piel de gallina, no podía ser la misma persona que me había mandado los mensajes esa mañana, ¿o sí? No, no podía ser, había bloqueado el número, estaba segura de que lo había hecho. Además, qué podía tener que ver con todo el desastre a mi alrededor.

Temblando, pulsé la notificación. Mientras leía el mensaje, sentí cómo se me revolvía el estómago.

Número privado: "¿Qué te pareció mi sorpresa? Disfruté rebanándoles el estómago. Fue como volver a ser niño y jugar al doctor, aunque sé que nunca te agradó ir al médico. Esto es una advertencia, no me gusta que me mientan ni que me hagan enojar. Si algo de eso sucede, serás tú la que no lo disfrutará, y la razón será que mi Abigail perderá a algunas personas cercanas a ella.

Aquí te dejo algunas reglas que debes seguir por ahora:

1. No me hagas enojar o mataré a alguien que amas.

2. NUNCA vuelvas a bloquearme o mataré a alguien que amas.

3. Eres MÍA, así que no coquetees con nadie, o mataré a alguien que amas.

4. No le digas esto a nadie ni vayas a la policía, o mataré a alguien que amas.

5. Lleva tu teléfono contigo en todo momento, o… ya imaginarás lo que puede suceder.

No intentes pasarte de lista, porque te estoy vigilando 24 horas al día, 7 días a la semana.

Con amor, tu acosador".

Bien, acababa de confirmar lo que tanto temía, pero ¿cómo podía ser posible? Lo había bloqueado, y lo peor era que ese loco estaba enojado por eso. Se lo había tomado tan a pecho que decidió matar a tres de mis compañeros de trabajo, uno de ellos era el jefe de mi departamento.

Procesar todo lo que estaba ocurriendo era demasiado para mí. Poco a poco empezó a dolerme la cabeza, así que me froté la sien intentando aliviar el malestar.

Miré a Daisy, que estaba a mi lado, y la pobre lloraba en estado de trance. Y no la culpaba, yo no quería seguir viendo aquello.

Agarré a mi amiga por el brazo; que aún estaba estupefacta, ella giró la cabeza despacio y me miró con los ojos llenos de lágrimas.

"Vamos a casa, no creo que les importe si hoy faltamos, visto y considerando que asesinaron a nuestro jefe. Te acompaño a la parada". Daisy asintió con la cabeza y me siguió mientras la sacaba de allí. A lo lejos ya se oían las sirenas de los patrulleros.