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Autor:Sofía Dalesio

Terminado

Introducción
Hay tres cosas de las que estoy completamente segura: 1) Mi nombre es Emma Stonem. 2) Sería capaz de hacer cualquier cosa por mi hermano. 3) Soy una actriz de teatro, una lo suficientemente buena para que mi director no me haya echado todavía. Ahora, hay tres cosas que no sabía hasta ayer: 1) Mi nombre es Emma Bright y, al parecer, eso no es bueno si eres una chica. 2) Mi hermano es uno de los mejores agentes del Servicio Secreto Británico y está desaparecido en acción. 3) Soy la opción más adecuada para concluir su misión, y necesitaré algo más que saber actuar. Eso sin contar que si fallo muchas personas pagarán por eso. ¡Pero, sin presiones! Así que cuando el MI6 comprendió que yo posiblemente podría encontrar a Ethan y concluir su misión, no me dejaron mucha opción más que aceptar. Seguir los últimos pasos de mi hermano en París no debería ser un gran problema… si todo el mundo no desconfiara de mí, o si no quisiera matar al joven agente que tiene la misión de asegurar mi bienestar, o si no supiera que corro mucho más peligro del que me dijeron.
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Capítulo

  ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! ¡Y vosotros, labios, puertas del aliento, sellad con legítimo beso una concesión sin término a la muerte rapaz!

  Ok, esto era patético, no pude soportarlo ni un segundo más. Creerán que soy una diva pero este Romeo tenía tanto sentimiento como una roca. Abrí los ojos antes que siquiera pudiera tocarme y empujé al joven lejos. Maurice soltó una palabra en francés muy mala, debía ser la décimo séptima en lo que iba del ensayo. El director saltó fuera de su asiento y comenzó a reclamar mi interrupción, ya era la quinta vez que hacíamos esta escena y nunca antes habíamos logrado terminarla ni lo haríamos mientras tuviera un Romeo así.

  —¿Y cómo pretende que reaccione? –exclamé indignada al ponerme de pie—. ¡No hay nada en su voz! Ni pasión, ni dolor, ni siquiera emoción. Es su escena más importante, Romeo está prefiriendo morir a vivir sin su Julieta. Debería ser el momento de la catarsis, provocar todo tipo de emociones en el público, y sin embargo está en medio de escena repitiendo líneas sin emoción. A mí no me provoca nada y Julieta no se suicidaría por un Romeo cuyas últimas palabras sonaron como lectura de diccionario.

  —Suffisant! —exclamó Maurice o monsieur le directeur como pedía ser llamado siempre—. No hay tiempo para tus momentos de diva, chérie, el reloj está corriendo.

  Crucé los brazos sobre mi pecho y lo miré seriamente. En el idioma de Maurice, eso era lo más cerca que podía estar a ser amable y si todavía no me había echado de la obra significaba que estaba en lo cierto. Luego de estar años trabajando con él era sencillo traducir su lenguaje; en otras palabras, estaba de acuerdo conmigo pero de momento no tenía un mejor actor.

  Intento no dejarme llevar por los estereotipos, de verdad, sé que las apariencias no lo son todo y a veces son muy engañosas, si vives con Ethan lo sabes mejor que nadie, pero era imposible mirar a Maurice sin creer que era un estereotipo francés viviente. Zapatos negros en punta, pantalones negros ajustados, camiseta a rayas rojas y blancas, boina roja; un rostro fino, serio y anguloso, y un bigote delgado que solo podía imaginar en alguna caricatura francesa. Y su voz o su fuerte acento no eran menos.

  Maurice pasó una mano por el rizo derecho de su fino bigote. Antes de conocerlo realmente no creí que la gente hiciera eso. Apretó los labios al mirar al joven en escena y… Oh oh. Bueno, aquí habrá un actor menos y necesitaremos otra audición para cubrir el rol de Romeo. Aquella oscura y asesina mirada en el rostro de Maurice solo podía significar desprecio y una vida arruinada.

  —Sin embargo, ella tiene razón, me he emocionado tanto contigo como con una lectura de diccionario —dijo él y, realmente, estaba siendo de lo más amable con el pobre chico. Por otra parte, otro punto a favor para mi perfecta traducción Maurice/Inglés. Monsieur le directeur entrecerró los ojos mientras se fijaba en su pobre víctima—. No vuelvas a poner un pie en este teatro hasta que no seas capaz de ser tan sensible como para llorar al ver una paloma blanca. Hasta entonces no quiero volver a verte près de moi. C’est fini!

  Él se dio vuelta y partió junto con su asistente de tercer año. El joven a mi lado saltó fuera del escenario y lo siguió para suplicarle. Maurice podía ser el hombre más cruel sobre la tierra pero participar en su equipo de teatro daba tanto crédito adicional como para pasar el año con honores sin importar cuan bajas fueran tus notas. Claro, cuando te dicen eso, casualmente no mencionan el tipo de loco con el que tratarás o lo difícil que será mantenerte en una obra. O triunfas con Maurice, o te buscas una nueva escuela y en lo posible fuera del país aunque se sospechaba que Maurice era capaz de arruinar tu vida a nivel planetario. Corren rumores según los cuales la última Señora Capuleto no pudo ingresar a ninguna escuela de Oxford por lo que Maurice había dicho de ella.

  Por suerte, llevaba años tratando con este tipo, los suficientes como para saber cómo tratarlo y mantener mi lugar. Me quité los arreglos del cabello y los tiré sobre la improvisada tumba antes de abandonar el escenario. Por si todavía no lo adivinaron, en unas semanas estaremos presentando Romeo y Julieta, y en un mes termina la escuela, por lo que si no quiero arruinar mi vida a la joven edad de dieciséis años será mejor que esto salga bien.

  Apenas estuve tras bambalinas alguien silbó a mis espaldas y me di vuelta. Steve estaba apoyado con su pose casual contra el panel que controlaba el telón. He aquí uno de los misterios más grandes de la historia, el capitán del equipo de natación y uno de los muchachos más deseados del año había conseguido un papel con Maurice y todavía no lo habían echado. ¿Y quién se atrevería a decir que Steve no era apuesto? Alto, musculoso, perfecto rostro, cabello oscuro y rizado recogido con un lazo. Él estaba totalmente en su personaje.

  —Vaya chica de oro, creo que has conseguido que despidan a otro allí afuera —dijo él—. Recuérdame nunca presentarme para el papel de Romeo.

  —Es una lástima que hayas tomado el papel de Mercucio, tú serías un excelente Romeo —dije. Bien, quizás eso implicaba un poco el hecho de que se rumoreaba que Steve era el mejor del año besando.

  —¿Por qué lo dices? ¿Acaso quieres que te bese? –preguntó él sonriendo y me contuve de pensar si podía leer mi mente.

  —Simplemente estoy siendo realista, eres mejor actuando que todos esos que han tenido el papel hasta el momento. ¿Acaso tú quieres que te bese?

  —No lo sé, quizás —respondió Steve—. ¿Qué tal el próximo viernes, en el cine a las ocho?

  —Lo siento, no puedo. Tengo un evento de caridad.

  —Ah, cierto, agenda de chica de oro. ¿Y el sábado a las cuatro?

  —Es una cita —contesté.

  Le guiñé un ojo y me alejé intentando controlar las hormonas en mi cuerpo. ¡Tenía una cita con Steve Maroon! Pero, como dije, las apariencias son todo. Sexy indiferencia en el exterior, adolescente eufórica en el interior. Había aprendido aquello con los años. Mamá era una famosa agente de celebridades y me llevaba a varios eventos, desde pequeña había tenido que saber aparentar y comportarme, y muchas otras cosas más. Y mi hermano… Bueno, Ethan era Ethan.

  No me sorprendió que él me estuviera esperando en el pasillo del vestuario. Ethan siempre me venía a buscar, a donde fuera, y eso era algo que adoraba por la comodidad y odiaba por ser la pequeña hermanita que necesitaba un chaperón. A juzgar por su expresión, él había llegado unos minutos antes para ver el ensayo.

  —¿Sabes algo? Tienes razón, ese Romeo es tan sentimental como una piedra —comentó.

  —Lo sé, es frustrante trabajar con alguien así —dije—. Romeo va a suicidarse, sus últimas palabras tienen que hacer que prefieras morir a vivir sin él.

  —Bueno, yo no sé tanto, no soy el artista de la familia.

  —No, eres el cerebrito y eso porque no quieres. Apuesto a que serías un excelente actor, sé que lo eres.

  Ethan me sonrió, una sonrisa usual e indescifrable que había conocido desde que tenía memoria. Sus expresiones siempre eran las mismas, iguales de inescrutables, de modo que era imposible saber por qué sonreía y cuál era la causa de su seriedad. Para ser mi hermano era una persona bastante difícil de entender.

  Entré en un camerino y lo primero que hice fue quitarme los zapatos de Julieta. Miré sorprendida sobre mi hombro que Ethan me siguiera dentro. Él cerró la puerta y se apoyó contra esta mientras yo revisaba el desordenado lugar en busca de mis cosas. Compartir un vestuario con quince actrices más era un verdadero caos.

  —Has entrado, hoy estás de buen humor —dije.

  —Ya te he dicho miles de veces. No quedaría muy bien si alguien me viera entrar al vestuario de las chicas y cerrar la puerta —dijo él.

  —Todos aquí saben que eres mi hermano y no hay nadie.

  —Aun así. Alguien podría ver y provocar algún malentendido.

  —Has entrado miles de veces con personas viendo en el pasillo. Nadie se cambia aquí nunca, no hasta los últimos días de ensayo. Y sin embargo, la última vez no había nadie y no entraste —dije y lo miré largamente mientras él se mantenía en silencio—. Eres raro.

  —Nunca tanto como tú. Ahora apúrate, tienes menos de una hora para reunirte con Paul. Y empieza a cambiarte.

  —Ropa, lo tengo.

  Rápidamente tomé mi abrigo y colgué mi mochila sobre mis hombros. Salté sobre un pie mientras me calzaba una bota y Ethan me lanzó la otra para ayudarme. Hoy empezaba el último mes de clases antes de las vacaciones de verano. Envidiaba a mi hermano por haber comenzado un mes antes la universidad pero disfrutaba de tenerlo antes en casa.

  Abandonamos el teatro y corrimos unos cuantos metros para tomar el autobús antes que este nos dejara. Una vez arriba, Ethan se ocupó de pasar su tarjeta para pagar nuestro viaje y yo me senté contra la ventana. Afuera una fina lluvia caía mientras nos movíamos por las atareadas calles de Londres. Ethan se dejó caer a mi lado.

  Me gustaba pensar que mi hermano no era raro, él no era tan malo como mamá o las personas que vivían alrededor de nuestra pequeña familia creían. Miré su reflejo en el vidrio y sentí lástima por él. Era una buena persona, un buen hermano, y la pequeña mancha de nacimiento detrás de su oreja era infantil y reconfortante para mí. Siempre había estado allí, como él, siempre la veía cuando lo abrazaba.