PopNovel

Leer en PopNovel

Ojos de gato Ácrux

Ojos de gato Ácrux

Autor:Mhavel N.

Terminado

Introducción
JuRosy trabaja de asistente en el laboratorio de un hospital, donde no solo lidia con su vida, sino también con los seres evolucionados o «H.E». Una nueva especie de humanos, peligrosamente letales, fuertes y salvajes. Sin embargo, recibe a uno de ellos, herido, y que solo transmite vacío, odio y profunda tristeza con sus hipnóticos ojos de color miel.venil, romántica
Abrir▼
Capítulo

  Dos años atrás. Zona Sur.

  «Siempre debes respetar a los que te rodean, nunca atacar a otro de tu especie, todos somos iguales, y debemos estar unidos. Siempre sé un hombre de bien…»

  Nosotros, humanos evolucionados, o «H.E» como nos llamaban, éramos como una versión mejorada de ellos. Visión perfecta en la noche gracias a nuestros extraños ojos con pupilas rasgadas, caninos más desarrollados, uñas de las manos en punta, más fuerza, y uno que otro gruñido.

  Ellos nos tenían mucho miedo y a la vez rencor, pero logramos alejarnos de sus territorios y así dejaron de molestar. Los humanos fueron víctimas del calentamiento global que ellos mismos ocasionaron, una guerra mundial que los acabó reduciendo, así que no fue nuestra culpa haber heredado la mayor parte del planeta.

  Éramos más pacíficos en realidad.

  Caminaba de costado mirando fijo a un par de ojos amarillos. Ambos estudiábamos los movimientos del oponente, íbamos a tener una lucha. Bueno, éramos pacíficos pero no significaba que no tuviéramos pequeños «duelos amistosos». Mi adversario: bastante masa muscular, garras y colmillos enormes, le calculé más de cien kilos de bestialidad.

  Gruñó temiendo por su seguridad.

  —No me mires así, solo te dejaré inconsciente. —El león de montaña no respondió, claro—. Será divertido —ronroneé.

  Pero algo lo espantó y salió huyendo. De entre los arbustos apareció otro evolucionado como yo, le gruñí, ya que acababa de quitarme a mi oponente, ahora sería él.

  Observé los ojos color miel de mi contrincante para ver si se intimidaba, en ese instante miró a los costados y sonrió.

  —¡Una carrera hasta la casa!

  Sonreí también. Él siempre me retaba y huía. Mi hermano «mellizo», según nuestros padres, siempre estábamos juntos, dejando de lado el hecho de que era un deber estarlo, simplemente éramos inseparables.

  Sagitario me había salvado el pellejo de muchos leones de montaña, y era que me encantaba pelear con esos animales, podía ser que estaba loco, de hecho así me decía él. Algunos cazaban animales y además podíamos comer carne cruda, pero no era muy bien visto que digamos, luego nuestro estómago se mal acostumbraba y pedía más carne cruda. En la época oscura, como le decían, algunos llegaron a comer carne humana.

  Habíamos dejado eso atrás, nos centrábamos en recordar las cosas de avance, las cosas buenas, pero quizá ellos no. Se decía que no olvidaban ninguna fecha en la que tuvieron peleas, las rememoraban y hacían que sus niños las aprendieran. No las dejaban ir, ni una sola, y no le hallaba sentido a eso. En fin, humanos.

  Nuestros nombres eran un tanto diferentes a los de ellos, según escuché. La mayoría era de las estrellas del cielo, como el mío, Ácrux, la estrella de la constelación «Cruz del Sur». Pero había otros que preferían algo más terrestre, como fenómenos naturales, animales y demás. Fuera como fuera, y dijeran lo que dijeran, los humanos habían inventado esas palabras, así que no estábamos del todo desligados. La diferencia era que no usábamos «apellidos», nos bastaba el olfato para saber quién era y de qué familia venía, eso les faltaba a ellos.

  Corrimos a mucha velocidad. Tenía entendido que los humanos no nos superaban tampoco en ese aspecto. Nuestra sociedad era sencilla pero con muchas reglas que acatar, reglas que nos permitían vivir mejor que ellos.

  Recibí un empujón y rodé por la tierra. Tosí y reí sin poder evitarlo.

  —¡Hiciste trampa! —reclamé.

  Sagitario se detuvo y rio también, pero retomó la carrera asustado cuando me vio ponerme de pie y salir disparado a su alcance.

  Justo a un par de metros antes de llegar a casa, brinqué sobre su espalda y caímos.

  —¡Niños, tranquilos! —pidió nuestra madre.

  Lluvia. Sus ojos claros como la miel siempre nos transmitían mucha dulzura.

  —Están muy felices —comentó otra voz femenina.

  Mi corazón dio un muy leve brinco, volteé a verla y le sonreí solo un poco, eso hizo que dejara de mirarme. Pradera, sus ojos verde oscuros hacían que me perdiera pero ella no lo sabía y nunca lo haría, no pensaba qué debía decirle, no existía ningún motivo útil en eso, solo le propondría unirse a mí en un núcleo cuando fuera el momento apropiado.

  Núcleos. Era la forma que teníamos de juntarnos con una compañera o compañero para toda la vida, y yo quería que fuera con ella, eso sí quería decirle muy pronto.

  —Bueno, fue un gusto ayudarla —le dijo a mi madre—, me retiro. Hasta luego —se despidió dándonos una rápida mirada.

  —Hasta luego —respondimos.

  Al sentarnos a almorzar, Sagitario no dejaba de mirarme con sospecha, bajé la vista algo incómodo porque pudiera haberse dado cuenta al fin de eso raro que sentía por la joven.

  Mi madre se retiró y nos dejó en silencio.

  —¿Qué es lo que haces en las noches? —preguntó de pronto.

  Tragué con dificultad y respiré hondo, aplacando mis latidos para no delatarme, ya que teníamos muy buen oído, añadiéndole a eso, un muy buen olfato también.

  —Voy a ver el lago, me gusta.

  —Hum. Está algo lejos. ¿Puedo ir contigo esta vez?

  Fruncí el ceño apenas al sentirme algo acorralado.

  —Quizá luego, lo hago más por estar solo...

  —Ya veo, ¿llegó el momento en el que te aburriste de mí?

  —No, no, no, no —negué con prisa por lo que rio un poco.

  —Tranquilo, lo sé. —Tomó su plato y se dirigió a lavarlo—. No puedes vivir sin mí, eso lo sé.

  Respiré hondo y sonreí.

  —Eres muy listo.

  —He pensado en quedarme con mamá y no formar un núcleo con nadie... ¿Y tú?

  Eso me dejó perplejo. Nuestro padre fue llevado por los humanos hacía años, éramos lo único que le quedaba a mamá. Mi cargo de conciencia atacó, no debería dejarla sola. Sagitario, como siempre, sabía bien cuáles eran las prioridades, mientras que yo solía soñar mucho más de lo permitido.

  —Tranquilo —dijo, sacándome de mis pensamientos—. Soy veinte minutos mayor, soy yo el que debe tomar esa responsabilidad.

  —Hermano... no. El que yo forme un núcleo no significa que los abandonaré. Viviré en la casa de al lado incluso... —Soltó a reír, cortándome el habla.

  —Guau, qué sobreprotector. Seguiremos juntos, eso lo sé también.

  Sonreí con leve alivio. Sin embargo, sentí tristeza, si no formaba un núcleo nunca le darían un hijo, de algún modo, eso te daba más renombre. No nos decían de dónde conseguían a los bebés para darles a las parejas ni nada más, los líderes nos ocultaban muchas cosas y no podíamos preguntar, como dije, para que viviéramos mejor que la otra especie inteligente de este pobre planeta.