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El Alfa Prohibitivo

El Alfa Prohibitivo

Terminado

Introducción
Adea se convirtió en una huérfana de padres cuando era pequeña, y Joshua, el alfa, le dio un trabajo. Ella no estaba interesada en tener citas, pero no podía decir que no cuando su mejor amiga, la hija del alfa, le rogó que la acompañara para ayudarla a encontrar a su pareja. Entonces, ¿qué sucedería cuando Adea fue la que encontró a su pareja en la manada Desert Moon?
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Capítulo

Adea

Siento que he estado corriendo por años cuando llego al final de la escaleras. Ruego en mi mente por la seguridad de mi compañero mientras empujo la puerta con mis últimas fuerza. La granada de acónito explota en ese momento y no puedo ver nada en medio del polvo al mismo tiempo que mis oídos no dejan de zumbar. Siento que me estoy moviendo en cámara lenta mientras comienzo a buscarlo entre los escombros, pero la escena es cruenta.  

Cuerpos destrozados están desperdigados por todos lados. Mientras más me adentro en el lugar, veo más caras familiares en el camino, incluso veo la cabeza cercenada de Gabriel. Trago saliva para contener las náuseas. Necesito encontrar a Mavy lo más pronto posible. 

Justo en ese momento, una pila de rocas se mueve en la lejanía y de ella emerge un hombre. Inmediatamente dejo escapar un suspiro de alivio al ver su cabello negro. Mavy me sonríe con al verme y comienza a caminar en mi dirección pero repentinamente se detiene. Su expresión se tensa al mismo tiempo que me doy cuenta de que su pecho está perforado por una barra de metal. 

Nuestro vínculo se rompe en ese momento y mi mundo se sume en la oscuridad. No siento nada, pero al mismo tiempo siento que estoy a punto de partirme en dos por el dolor. Estoy tan concentrada en el cuerpo de mi compañero que no escucho los pasos que se me acercan por detrás. Alguien comienza a jalarme del cabello para alejarme, pero me resisto y termino siendo tirada al piso en donde mi cabeza impacta contra una piedra. 

Lo último que veo son los ojos sin vida de Mavy antes de perder el conocimiento. 

***

La estridente alarma del despertador me saca de mis pesadillas. La apago mientras me sostengo la cabeza con una mano y dejo escapar un quejido. ¿Quién me manda a poner una alarma tan ruidosa? Pasando saliva, reúno las fuerzas suficientes para salir de la cama. Tengo que apurarme para ir a preparar el desayuno antes de que la familia del Alfa se levante. 

La diosa lunar debe haber estado de mi lado porque lo usual era que mataran a cualquier desconocido que se aventurara dentro del territorio de la manada, pero Joshua había decidido acogerme y darme un trabajo. Han pasado cuatro años desde ese día y siempre les estaré eternamente agradecida por el buen gesto. 

Me visto, bostezando, con algo simple. Una camiseta, unos jeans y una sudadera. En el fondo de mi armario tengo una bolsa de ropa que Mavy me había comprado pero no he tenido el valor para abrirla todavía. Me estoy arreglando el cabello cuando alguien toca a la puerta. Me aseguro de que estoy decente antes de darles permiso para que entren. De todos modos, no es que pueda realmente mejorar mi apariencia. Mi cabello es largo pero no tiene vida y mis ojos están rojos por la falta de sueño. 

—Adelante —susurro pero sé que la otra persona me ha escuchado. Debe ser Gabe porque siempre me lleva al trabajo. Mi mejor amigo es todo un donjuán con sus sonrisas ladeadas y cabello tan rubio como el sol. No es el hombre más alto de la manada, pero a su lado de todas formas soy pequeña, así que no puedo decir nada.  

—Buenos días, Ady —me saluda con una resplandeciente sonrisa que resalta sus hoyuelos—, luces mal. ¿Tuviste pesadillas de nuevo? 

Conocí a Gabe trabajando en la cocina. Desde que el comienzo siempre se comportó muy bien conmigo, creo que ese día recién nos habíamos conocido hace poco, pero no dudo en defenderme cuando un uniforme se perdió durante nuestro turno y todos me culparon. Luego de eso, nos volvimos inseparables.

—Buenos días, Gabe —le respondo poniendo los ojos en blanco. Honestamente era demasiado pedir que aprendiera algo de tacto, pero de todas formas apreciaba que fuera siempre sincero conmigo. Las pesadillas comenzaron cuando cumplí diecisiete años y desde ese momento no me han dejado en paz. 

Al principio, el sueño había sido tan vívido que por un segundo pensé que realmente había pasado. Ese día me desperté con llorando y gritando. Los sueños eran solo una vez al mes, pero luego incrementaron en frecuencia a cada dos semanas. Finalmente, los tengo casi todos los días, así que se podría decir que se han vuelto parte de mi rutina. 

—Como siempre —suspiro mientras salimos de mi cuarto y caminamos hacia al vestíbulo. Siempre he admirado el estilo europeo de la casa basado en el siglo XIX. Joshua tiene cierta manía con el orden así que le gusta que todo tenga un lugar. Parece que le funciona porque el recinto siempre está limpio. 

—¡No sabes la noche que pasé con esta chica, Ady! ¡Debiste haber visto los pechos que tenía! No me contuve y la puse en...

—Amigo, por favor, no quiero los detalles. Estoy segura de que fue increíble —le interrumpo antes de que mis oídos sangren. Después de cada encuentro que tiene Gabe con alguna nueva chica siempre quiere contarme todo al día siguiente y me he ganado con unas historias bastantes incómodas. 

—Vamos, Ady, si no te lo cuento a ti, ¿a quién se lo diré? —me pide con un puchero mientras llegamos a la cocina. Dejo escapar una carcajada antes de entrar.