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Al compás de tus Reglas

Al compás de tus Reglas

Autor:Dana Galilea Basto de la O

Terminado

Introducción
Sólo hay una cosa que Michi ama más que el ballet y eso es el romance.Ella podría dar sus zapatillas de ballet favoritas sólo para conseguir una cita con Edward, su amor platónico desde hace mucho tiempo. Edward es perfecto para ella; es elegante, caballeroso, inteligente, amable con todos y muy guapo. El chico más guapo, en opinión de Michi. Y ella haría cualquier cosa para que él se fijara en ella, por eso, cuando Justin se acerca a ella y le propone un trato que promete conseguirle la atención de Edward, ella no duda en aceptar. Bueno, sí duda, porque es el tipo más mujeriego de toda la escuela y, sin duda, el de peor reputación, pero termina aceptando. Aunque no sabe qué es lo que gana Justin ayudándola. Después de todo, ¿de qué le sirve a él una novia falsa?
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Capítulo

  Justin miró, aún con sorpresa, como James pasaba un brazo alrededor de la cintura de Lucy. Su amigo era un maldito con suerte, y no dudó en decírselo.

  —Eso no puedo negarlo—contestó él, sonriendo y besando la mejilla de la chica.

  Sólo estaban juntos, de nuevo, desde hacía tres días, pero James se veía mucho más feliz que en mucho tiempo. La noticia

si es que se le puede llamar así a aparecer tomados de las manos el viernes

los tomó por sorpresa a él y a Jace, pero se alegraba por su amigo.

  Aún se sentía ligeramente culpable por haber causado la separación de la pareja, pero nadie podía culparlo; él pensaba que James sólo quería herir a Lucy y él no estaba de acuerdo. Pero, viéndolos ahora, no sabía cómo se le había ocurrido que James heriría a la chica ni por error.

  Algo le atenazó el estómago al ver a su amigo abrazando a Lucy, ambos sentados en las gradas del campo de fútbol. Él identificó el sentimiento como celos; pero no podría ser por Lucy, ya que ella no le gustaba más que otra chica, así que tenía que ser de lo que compartían.

  Justin jamás había tenido una novia, porque conllevaba mucho más sacrificio y responsabilidad que una simple noche de sexo con cualquier chica a la que se hubiera podido ligar. Pero tal vez ya era hora de cambiarlo, tal vez ya era hora de intentar volver a amar a otra persona. Aunque no estaba seguro de poder hacerlo.

  Justin amaba a sus amigos

aunque nunca lo diría en voz alta porque sonaba muy afeminado

y suponía que amaba a su tía y a su sobrina, incluso a su tío, pero era un grupo muy pequeño y no estaba seguro de querer agrandarlo más porque él sabía que amar una persona conllevaba más que sólo sentimientos bonitos.

  Pero, viendo a James reír como nunca, y tan feliz que debía dolerle, no pudo evitar sentir envidia. Entonces lo entendió. Lo que él necesitaba era una novia. Pero no una de esas chicas huecas que no podían conservar su interés fuera de la cama.

  Él necesitaba una chica inteligente, graciosa, fuerte y que no temiera decirle lo que pensaba. Una chica como Lucy.

  El problema era, ¿dónde conseguiría una chica así? ¿Tendría que viajar a Estados Unidos para encontrarla? ¿Y si...?

  —¡Justin!—gritó Lucy, sacándolo de su ensoñación, y chasqueando los dedos delante de su rostro—¿Estás escuchando lo que decimos?

  —Sí, claro—afirmó sin rechistar.

  —¿Entonces, qué opinas? ¿Deberíamos esconder el cadáver en el lago o en un refrigerador en el sótano?—preguntó.

  —El lago—contestó, aún sin mirarla. Sólo cuando escuchó la risa de sus amigos salió de sus pensamientos.

  —¡No estás poniendo atención!—lo acusó la chica, echando la cabeza atrás para reírse con ganas.

  Justin miró a Lucy fijamente. Ella era guapa, inteligente y simpática. Y él quería una chica como ella. Obviamente no a ella, porque ella no lo atraía, pero quería a alguien como ella, alguien a quien mirar como James la miraba a ella. Alguien que le causara tal nivel de admiración.

  —Ahora está mirándome—le dijo Lucy a James, pero sin apartar la mirada de la de Justin—. ¿Por qué está mirándome? Ya sé que soy guapa, pero empiezo a ponerme incómoda.

  —Hasta yo empiezo a ponerme incómodo, Justin—le dijo el pelinegro, pero sin perder la sonrisa.

  —¿Qué?—preguntó el rubio, al escuchar su nombre.

  Los tres chicos se rieron ante el ceño fruncido del rubio.

  —¿Qué te pasa hoy?—preguntó Jace.

  —Nada, sólo estoy pensando—se apresuró a explicar.

  —¿Y no te duele?—dijo Lucy, fingiendo preocupación. Jace y James se rieron, pero el rubio sólo frunció el ceño.

  —¿El qué?—preguntó. Sus amigos se rieron con más ganas, pero esta vez Lucy no los acompañó, sino que lo miró con auténtica preocupación.

  —¿Enserio estás bien?

  —Sí, sólo algo distraído—contestó, calmando la angustia de Lucy.

  —¿Es por una chica?—preguntó, sonriendo con complicidad. Sus amigos se rieron otra vez.

  —No—respondió, aunque le hubiese gustado agregar todavía no.