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La Esclava Odiada del Rey Alfa

La Esclava Odiada del Rey Alfa

Terminado

Introducción
¡¡¡¡¡Advertencia!!!!! Contenido maduro aquí. Está clasificado para mayores de 18 años. Lucien, rey del reino de Salem, finalmente destruyó el reino de Mombana después de haber sido esclavo durante años. Capturó a la princesa Danika y saboreó su victoria. Él la hizo su esclava, su propiedad y le devolvería con creces todo lo que su padre le hizo. Y su padre hizo mucho. Le puso un collar en el cuello, le robó la primera vez y la humilló en público. Pero luego de descubrir que la princesa Danika no se parecía en nada a su padre, poco a poco se enamoró de ella. En cuanto a Danika, lo único que deseaba era sobrevivir y vengarse. Por ello soportó su tortura y lo sedujo para matarlo...
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Capítulo

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Exento de la historia.

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—Quítate la ropa —le ordenó en un tono indiferente.

Danika se sentía completamente resignada por lo que sucedería aquella noche, pero en realidad ahora que se enfrentaba ante los hechos, el miedo la paralizaba.

—Por favor…— y en aquel momento no tuvo otra opción más que guardar silencio sabiendo que había cometido un error.

Inmediatamente, él se arrojó sobre ella en un impulso desenfrenado, tironeando de su cabello con tanta fuerza que su cabeza se echó hacia atrás mientras se mordía los labios para no gritar de dolor.

Sus ojos no mostraban el más mínimo remordimiento y su odio era tan cruel que helaba la sangre. —Desvístete ya, o quieres que llame a los guardias para que te ayuden.

Entonces, sus manos se dirigieron al cuello de su túnica para desatar los lazos que la sujetaban, permitiendo que la misma se deslizara hacia el suelo a través de su cuerpo completamente desnudo.

En efecto, no podía evitar estremecerse por el miedo, sin embargo, en aquel momento cerró con fuerza los puños en señal de valentía. Aquella noche perdería su virginidad de la manera más cruel, en manos del hombre más insensible que jamás hubiera conocido.

Estaba completamente segura que lo soportaría con dignidad y con su frente en alto espero su próxima orden.

—Súbete a la cama —le dijo con un inmenso odio.

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PRÓLOGO

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Érase una vez, dos reinos, Salem y Mombana que habían convivido en absoluta paz hasta el día en que falleció el rey de Mombana y ascendió al trono un nuevo monarca, el príncipe Cone.

Aquel hombre desconocido hasta el momento, bajo la influencia de una desmedida ambición de poder, atacó inesperadamente Salem, luego de su coronación, asesinando al rey y la reina y llevando al príncipe a la esclavitud.

Quienes pudieron sobrevivir a la guerra fueron esclavizados, sus tierras les fueron arrebatadas y sus mujeres fueron convertidas en esclavas sexuales. Habían perdido todo incluso hasta su propio territorio.

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Ciertamente, el mal había comenzado a acechar la tierra de Salem desde el momento en que el Príncipe Cone irrumpió por la fuerza en el lugar, y el príncipe de Salem, Lucien, en su actual estado de esclavitud y preso de una ira incontrolable le juro una eterna venganza. 

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Diez años después, Lucien, quien ya contaba con treinta años, junto con su gente idearon un gran golpe logrando escapar de aquella injusta esclavitud.

Mientras permanecían ocultos entrenaron incansablemente bajo el liderazgo de aquel audaz y arrogante príncipe, motivado en lo más profundo de su ser a recuperar nuevamente sus tierras y al mismo tiempo apoderarse de Mombana.

Les tomó cinco años antes de que pudieran atacar el territorio enemigo, mataran al Príncipe Cone y reclamaran su supremacía sobre el lugar.

Tras un digno festejo por tan anhelada victoria, los ojos de Lucien se posaron repentinamente ante la arrogante princesa de Mombana, Danika, hija del Príncipe Cone. Y mientras la contemplaba con aquella mirada terriblemente fría, por primera vez en su vida experimento un sentimiento de merecido triunfo.

Luego, se dirigió hacia ella con un collar en sus manos, que tintineaba a medida que se acercaba, recuerdo de sus diez años de esclavitud y con un rápido movimiento lo sujeto de su cuello.

Rápidamente, levantando su vista ante aquellos increíbles ojos azules que adornaba tan esplendoroso rostro, le dedicó una fría sonrisa.

—Eres mi posesión. Mi esclava. Mi esclava sexual. Mi propiedad. Te pagaré con creces, todo lo que tú y tu padre nos han hecho a mí y a mi gente —expresó indiferente.

Sin lugar a dudas, sus gestos eran un fiel reflejo del terrible sentimiento de odio, frialdad y a la vez victoria que lo dominaban.

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