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La compañera maltratada del alfa

La compañera maltratada del alfa

Terminado

Introducción
Freya Walker es una mujer que solo quiere desaparecer del mundo. Su madre murió durante el parto, dejándola a su padre traidor, jugador y alcohólico al que le encanta humillarla. Y sus compañeros de secundaria la desprecian sin razón y a menudo la toman el pelo en su trabajo. Por eso preferiría terminar con su vida que pasar otro día miserable en este planeta. Lo único que la detiene es su hermano menor. Pero su vida estaba a punto de cambiar por completo cuando Cameron MacGyver, el chico malo más popular de la escuela y el futuro Alfa, la imprimió. De repente, Freya fue absorbida por el mundo de lo sobrenatural donde encontraba un sentido de pertenencia por primera vez en su vida.
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Capítulo

Freya

Miré mi reflejo horrorizada. Mi mejilla izquierda estaba hinchada y el moretón contrastaba con mi piel. Traté de tocármelo, pero inmediatamente solté un grito de dolor y agarré la encimera hasta dejar mis nudillos blancos. Mis labios temblaron al mismo tiempo que mis ojos se llenaron de lágrimas, quería gritar a todo pulmón y rogar por una salida, pero sabía que sería inútil. 

—No puede enterarse—mascullé para mí misma con coraje—. ¡No puedo asustarlo!

Tratando de reunir suficiente coraje para bajar la hinchazón, respiré rápidamente para calmarme. Tenía que hacerlo por él, no podía dejarlo verme de esta forma. Agarré varias toallas de papel y las hice una bola antes de ponerlas en mi boca para ahogar mis gritos. Se me secó la boca al instante y me dieron ganas de vomitar, pero no podía distraerme. Puse el hielo contra mi mejilla y temblando me incliné contra la pared cerrando los ojos para sobrevivir a la agonía. 

—¡M*ldita regalada! —resonó la voz de mi padre en mi cabeza, tan alto y tan fuerte que me hizo retumbar la cabeza. Tenía una botella vacía de whisky en la mano y la blandía como si quisiera usarla contra mí—. ¿Dónde está mi dinero? ¡Sé que trabajas en ese estúpido restaurante! ¡Dame mi dinero!

Había estado temblando de pies a cabeza, había tratado de explicarle que no tenía tanto dinero, pero no me había escuchado y se había puesto a rebuscar entre mis cosas. Luego entró a mi cuarto y volteó el colchón, perdí el color en el rostro cuando unos treinta y cinco dólares salieron de debajo. Había sido la propina que me habían dado ese día.  

Me había gritado que era una mentirosa y antes de que me diera cuenta, me había golpeado con la botella. La vista se me nubló y escuché el sonido de vidrio rompiéndose. Cerré los ojos esperando que esto fuera todo. 

Afortunadamente, mi padre se contentó con lo encontrado y se fue sin molestarse en cerrar la puerta detrás de él, llevándose el dinero que tanto me había costado ganar. Me puse de pie después de comprobar que realmente se había ido, todavía mareada, pero tenía que cerrar la puerta principal con candado antes de que alguien entrara. Vivíamos al borde del bosque y nuestros vecinos no eran las personas más respetables de la sociedad. Aunque de todas maneras, no sé qué sería peor, si ellos o mi padre. 

Extrañaba demasiado a mi madre, me hubiera gustado que me llevara con ella cuando había fallecido. Hace mucho tiempo, solíamos ser felices y esta casa siempre estaba llena de risas. Mi papá me dejaba bailar sobre sus pies y nos cocinaba los domingos. A veces también íbamos al parque de diversiones, pero se sentía como si hubiera sido una vida pasada. Mi mamá había sido diagnostica con cáncer de mama estadio tres justo después de que se embarazó de mi hermano. Todo cambió desde de esa noticia. 

El tratamiento le había costado una fortuna a mi papá y terminó endeudado con miles de dólares. Pero al final, nada había podido salvar a mi madre. Murió hace seis años y mi alegre padre se convirtió en un completo extraño de la noche a la mañana. Empezó a apostar para pagar la deuda, pero esto se convirtió en un ciclo nocivo que lo volvió un adicto a las apuestas y al alcohol y terminó perdiendo su trabajo. 

Ahora, no tiene nada más que un montón de adicciones y cobradores que nos tocan la puerta cada dos días. Ya no pasa tiempo en casa, solo regresa cuando necesita dinero, y cuando no lo encuentra, me da una paliza que me hace desear estar muerta. A veces me preguntó porque no lo hace, ¿no sería más fácil? 

Muchas veces había pensando en suicidarme, era lo suficientemente miserable para hacerlo. Sin embargo, no lo había hecho porque tenía a mi hermanito. Lo único bueno que me quedaba en esta vida. Julian tenía cinco años, doce años menor que yo, nos teníamos solo el uno al otro en este mundo. La única razón por la que mantenía mi cordura era por su bien. 

Sabía que un día me hartaría o mi padre me daría un golpe fatal, pero antes que ese día llegara, quería que Julian fuera lo suficientemente grande para sobrevivir solo. Me dolía pensar que si yo desapareciera, él tendría que aprender a defenderse de la ira de nuestro padre. ¿Cuántos años más podría soportarlo? No estaba segura, pero sabía que algún día mi mamá volvería por mí.