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Su Esposa Legal

Su Esposa Legal

Terminado

Introducción
Gabriela Axel, una niña pobre que creció sin sus padres, porque ellos habían muerto en un terrible accidente de tráfico Esto fue muy duro para ella, hasta que conoció a la señora Wynton. La señora Wynton quería contratar a Gabriela como criada de su hijo, Riyan, con el único propósito de seducirlo. Su hijo está enamorado de la hija del peor enemigo de la familia y la única forma que tiene ella de frenar su locura es engancharlo en matrimonio con otra mujer, aunque eso signifique ir en contra de su voluntad. Gabriela consiguió seducirle y, de paso, se enamoró perdidamente de él, sólo para descubrir que él odiaba la sola idea de que estuvieran juntos y prometió hacerle la vida imposible. Finalmente le entregó los papeles del divorcio y la obligó a firmarlos. Pero cuando Gabriela estaba a punto de renunciar a la vida, Rosean, el mejor amigo de Riyan, empezó a mostrar interés por ella. Después de firmar los papeles del divorcio, Riyan descubrió cuánto se había enamorado de Gabriela y cómo la quería de vuelta...
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Capítulo

La mujer permanecía encerrada en su habitación, temerosa de salir. Él todavía estaba en casa y, justo ahora, ella no podía arriesgarse a un nuevo enfrentamiento.

Como pudo, se levantó de la cama para ir al baño y darse una ducha rápida. Cuando salió, vestía unos pantalones deportivos y una camiseta. Sentada frente al espejo, suspiró pensando en lo miserable que había sido su vida durante los últimos años. ¡Bueno!… Siempre había sido miserable y triste, pero ahora… Dejó escapar un suspiro y se alejó del tocador para sentarse de nuevo en la cama.

De pronto, escuchó que golpeaban la puerta y supuso que debía ser él. ¿Qué quería de ella? Esta mañana no se sentía muy bien para una pelea. Los golpes se repitieron con más fuerza, y solo entonces se puso de pie, caminó con lentitud hacia la puerta y la abrió.

“¿Por qué tardaste tanto?”, gruñó el hombre con aspereza.

“Lo lamento, me siento un poco cansada”, respondió la mujer en voz baja.

“¿Cansada? ¿Cómo puedes estar cansada? ¡Apenas haces algo en esta casa, solo comes y holgazaneas todo el día! ¡Y luego dices que es porque estás embarazada!”, le espetó, pero ella lo ignoró por completo. No era la primera vez que le hablaba de esa forma, así que… ¿Para qué molestarse?

“¡Le estoy hablando a usted, señora, y haría bien en contestarme!”, le dijo con la misma brusquedad, viendo que ella lo ignoraba.

“¡Por favor, te lo ruego!, no me siento bien para un intercambio de palabras tan temprano en la mañana”, dijo ella simplemente, sentándose en el borde de la cama con aire fatigado.

“¿Y quién dice que estoy aquí para un intercambio de palabras? Por cierto, señora, usted aún no debería estar tan cansada”.

“¡Por favor, Riyan, por favor! ¡Por el amor de Dios, déjame en paz!”, suplicó.

“¿Dejarte en paz? ¿Y por qué debería hacer eso?”, se burló Riyan. “Eres mi esposa, ¿recuerdas? ¡Insististe en ser mi esposa por todos los medios, incluso ensuciándote, arruinando toda mi vida en el proceso, z*rra!”, dijo mientras caminaba hacia ella.

“Tú querías esto, Gabriela, así que no te quejes. ¡Ahora sal de esa cama y ven a prepararme el desayuno!”, tronó.

“¡Por favor, Riyan! ¡Ya te he dicho que lo siento! Todo lo que te pido es que dejes de hacer de mi vida un infierno y te prometo que haré lo que quieras”, le suplicó, conteniendo las lágrimas que amenazaban con resbalar por sus mejillas.

Él la miró con todo el odio que fue capaz de reunir antes de decir con frialdad: “¡Lo único que quiero es que salgas de mi casa y de mi vida! Pero dado que te niegas a hacerlo, ambos seremos miserables. Ahora… ¡Levántate y prepárame el desayuno!”

“Por favor, no me siento muy bien”, rogó Gabriela nuevamente.

“¡Eso no es asunto mío! Tengo hambre y necesito comer”, replicó.

“Octivia puede prepararte el desayuno hoy”, repuso Gabriela.

“¡Octivia no es mi esposa, tú sí!”

“¡Te lo ruego, solo por hoy!, me siento muy mareada”.

“Siempre te sientes mareada, pero lo que haces es usar tu embarazo como excusa todo el tiempo. ¡No quisiera enojarme contigo, así que levántate y prepárame el desayuno!”, gritó Riyan esta vez.

Gabriela sabía que era inútil seguir suplicando, así que se levantó de la cama.

“¿Qué te apetece?”, preguntó, resignada.

“Cualquier cosa simple y rápida servirá. Deberá estar lista en diez minutos como máximo”, dijo antes de alejarse, dando un portazo.

Gabriela se estremeció de miedo.

***

Después de un rato, ella le sirvió una hamburguesa y un batido hecho con leche fresca que preparó con la ayuda de la empleada, Octivia. Todo el tiempo estuvo luchando contra el mareo y la desagradable sensación de fatiga.

Octivia se dio cuenta y no pudo evitar odiar aún más a su jefe. Siempre maltrataba a su esposa, a pesar de que ella era amable y una buena persona, muy diferente a la mocosa malcriada que traía a casa de vez en cuando.

“¡Gracias, Octivia!, ¿puedes llevarme mi comida arriba? Me siento muy cansada”, le pidió Gabriela amablemente, después de haber servido a Riyan.

“¡Claro que sí! Suba y recuéstese, señora. La verdad, usted se ve enferma”, respondió Octivia con preocupación.

“No te preocupes Octivia, estoy bien, solo tráeme mi comida y asegúrate de llevar la tuya también”, la instó Gabriela.

“Sí, señora”, respondió Octivia, regresando a la cocina.

Gabriela intentó subir las escaleras cuando la voz de Riyan la detuvo.

“¿Y a dónde di*blos crees que vas?”, preguntó él con rudeza.

“A mi habitación”, respondió ella sin mirarlo.

“¿Para hacer qué, si se puede saber?”, preguntó él una vez más.

“¡Riyan, por favor, hoy no!”, suplicó ella, sabiendo que él intentaba hostigarla.

“¿Me equivoqué al hacerte esa pregunta?”, se burló.

“No, pero necesito descansar un poco, ¡te lo ruego! Me duele todo el cuerpo”, respondió con voz cansada.

“¿No te enseñaron tus padres que cuando le sirves la comida a tu marido debes sentarte y observarlo mientras come?”, espetó él, pero ella no dijo una palabra, dándole una oportunidad para seguir burlándose. “¡Oh!, ¿cómo pude olvidar el hecho de que están muertos?”

Una lágrima se deslizó de los ojos de Gabriela y resbaló lentamente por su mejilla… ¿Por qué había cometido el error de enamorarse de este hombre e incluso casarse con él?

“¡Por favor, Riyan! Deja a mis padres fuera de esto”, suplicó.

“¿Por qué? ¡Debieron haberte dado una buena educación antes de morirse, pero como no lo hicieron, terminaste por convertirte en una z*rra, una cazafortunas y una desvergonzada!”, la insultó, disfrutando al ver las lágrimas que caían de sus ojos.

Aquellas palabras le causaron una mezcla de amargura y enojo a Gabriela, y con las escasas fuerzas que pudo reunir, decidió atenerse a las consecuencias y enfrentarlo.

“Sé que hice mal al obligarte a casarte, y por eso aceptaré todos tus insultos, pero te lo ruego, en nombre de lo que sea que amas en tu corazón, ¡mantén el nombre de mis padres alejado de tu lengua!”

Los ojos de Riyan se oscurecieron, aunque se rio entre dientes: “Supongo que te estás volviendo más valiente y debes saber que seguramente te castigaré por eso… ¡Octivia! ¡¡Octivia!!”

“¡Sí, señor! ¡Diga, señor!”, respondió Octivia saliendo presurosa de la cocina, donde estuvo escuchando disimuladamente, sintiendo lástima por su señora.

“¿Por qué tardaste tanto?”, rugió Riyan.

“Lo siento, señor, estaba ocupada preparando la comida de la señora”, respondió de mal talante.

“¡La próxima vez que me hagas perder el tiempo con semejantes tonterías, te despediré! ¿Lo entiendes?”

“¡Sí, señor!”

“¡Bien! Ahora quiero que te tomes el día libre. Tu señora estará a cargo de la casa por hoy”, ordenó Riyan con voz de acero, mirando fijamente a la consternada Gabriela, quien enseguida se apoyó en la barandilla de la escalera para darse la vuelta.

“¡Pero señor! La señora no se siente muy bien y no tengo ganas de tomarme el día libre”, protestó Octivia, procurando ocultar el enojo en su voz para no indisponerse con su desconsiderado patrón.

“¡Coge tu cartera y lárgate ahora mismo!”, ordenó Riyan, furioso ante el desacato de la empleada.

“Pero señor…”

“¡Haz lo que te digo o perderás tu trabajo y tu cabeza!”

Octivia pareció dividida entre desobedecer a su jefe y perder su trabajo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

“¡Ve y no te preocupes por mí, Octivia!”, le dijo Gabriela, aunque lloraba amargamente en su interior, preguntándose dónde se había equivocado tanto en la vida.

La criada la miró fijamente un instante, con aire de disculpa y conmiseración, antes de coger su bolso y salir, dejándola para que se enfrentara sola a la bestia que llamaba marido.

Riyan se fue a la oficina después de asegurarse de que Gabriela tuviera suficientes tareas domésticas para mantenerse bien ocupada el resto del día. Puesto que odiaba verla y su presencia lo irritaba continuamente, apenas podía soportar el hecho de que los demás supieran que ella era su esposa.

***

“¡Hola, viejo!”, lo saludó su amigo y colega Rosean, mientras se acercaba para estrecharle la mano afectuosamente.

“¿Dónde has estado?”, preguntó Riyan.

“He estado por aquí y por allá”, respondió Rosean evasivamente y Riyan lo miró con suspicacia.

“¡Oye! ¿Por qué esas miradas extrañas?”, preguntó Rosean.

“¡Oh!, es solo que todavía me sorprende que hayas viajado sin decírmelo”.

La respuesta de Rosean fue muy sencilla: “Era un asunto urgente”.

“¿Tan urgente que no pudiste venir a la jod*da boda?”, preguntó Riyan con voz sarcástica.

“Sabes perfectamente que lamenté mucho no poder asistir, así que no te enojes conmigo. De todas formas, ¡tú ni siquiera estuviste feliz!”, le reprochó Rosean.

“¡Sí!, ¡pero qué di*blos quieres que te diga, viejo!… Es complicado”.

“¡No lo es! Solo que tú te empeñas en ser desagradable. En todo caso, ¿cómo está ella?”

“La verdad no lo sé y no me importa. Yo… Simplemente, odio verla”, dijo con desdén.

“¡¿Qué car*jo pasa contigo, Riyan?! Esa chica es una joya, ¿por qué la tratas tan mal?”, preguntó Rosean con cara de disgusto.

“La culpa es suya, ella lo pidió”.

“¡Vamos, hombre!, están casados y ella espera un hijo tuyo”.

“¡Nadie la obligó a comportarse como una p*ta!”, gruñó Riyan por lo bajo.

“¡Por Dios, Riyan! ¡Eres un desconsiderado! ¡Gabriela te ama y tú lo sabes!”

“Pero yo no la amo a ella, solo amo a Annie”.

“¿Esa muchachita malcriada?”, siseó Rosean con desaprobación.

“¡No la llames así!”, saltó Riyan.

“¿Por qué no? Sabes que estoy diciendo la verdad. Puede que Annie no sea una cazafortunas, pero ciertamente es una cualquiera”, replicó Rosean sin pelos en la lengua, ganándose una mirada asesina por parte de Riyan.

“¿Sabes qué? No me quedaré aquí escuchando tus sandeces”, dijo Riyan, caminando hacia su oficina e ignorando los saludos de su secretaria, mientras cerraba la puerta de un golpe.

Rosean se quedó un buen rato preguntándose por qué Riyan odiaba tanto a Gabriela. Ella era una mujer preciosa y de buen corazón, con todas las cualidades que un hombre desearía en una esposa.